Los políticos alineados con el gobierno en Colombia han acuñado versiones según las cuales quienes promueven un cambio de rumbo aquí están casados con el “castrochavismo”, que para ellos representa lo peor y ponen a la Venezuela de hoy como prueba de su distorsionada narrativa. Pasan por alto que la Colombia bajo su mando la han manejado a semejanza del vecino país. Porque si por allá llueve aquí no escampa con respecto a las políticas oficiales, todas insuficientes para las soluciones que requieren tantos problemas acumulados.
Los indicadores sobre pobreza, desempleo, violencia, corrupción, negación de derechos, impunidad y degradación política son negativos y por ello las condiciones de vida de los colombianos son precarias, aunque el gobierno muestre el asistencialismo como panacea, cuando los subsidios no pasan de ser limosnas, paños de agua tibia o mitigaciones que no satisfacen las necesidades básicas. El crecimiento de la economía que tanto se cacarea es otro engaño.
Esos rendimientos son utilidades para un círculo estrecho, pero no modifican la pobreza. Entonces no hay avances que corrijan las brechas que agrandan las carencias de quienes están condenados a subsistir con una pesada carga de sufrimientos y de olvidos.
También se habla de democracia. ¿Cuál? Porque esa garantía de participación no puede reducirse a las elecciones. La democracia es mucho más e impone responsabilidades para impedir que la voluntad de los ciudadanos se deforme mediante mecanismos tramposos.
La compra de votos, la alteración de las actas, o cualquier otra forma de constreñimiento vicia el acto electoral y le resta legitimidad. Por eso, tanto los servidores públicos, que son gobierno, como los dirigentes de los partidos deben obrar con honradez, rechazando toda acción que distorsione el derecho de los ciudadanos a elegir. Incurrir en maniobras para ganar con engaño es como abonar la violencia.
En las elecciones del domingo hubo de parte de algunos candidatos complicidades con la intención de hacer fraude. Se llegó hasta abrirle espacios a errores que representaron la desviación de más de medio millón de votos. Afortunadamente la veeduría organizada pudo detectar esa operación y reversarla. De lo contrario se hubiera burlado en forma grave la expresión popular.
El hecho no puede quedar como un error involuntario. Tiene que investigarse y desenmascarar a los responsables. La justicia está llamada a intervenir a fin de que los actores de lo sucedido no queden como si se tratara de una pilatuna menor.
Hay que salirle al paso a esas jugaditas para que no se repitan. Es la defensa de la democracia. Vicio como el que tuvo expresión en las elecciones es un peligro grave porque de trampa en trampa se debilita la posibilidad de construir con suficiente fortaleza el Estado social de derecho. Es una causa colectiva y hay que estimular a todos los ciudadanos para que la asuman y l tomen como parte de su vida cotidiana.
Puntada
La Mujer Cafam 2022 es nortesantandereana. Claudia Yurley Quintero trabaja en función de los derechos humanos y tiene como bandera la defensa de la mujer. Hay que escucharla aquí.
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