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La media sombra
La transición hacia una existencia verdaderamente digna debe moldearse con una fuerza vital desbordante.
Domingo, 12 de Junio de 2016

Hay quienes traen consigo, o heredan, una tradición de vida buena, y, quienes no; así, los unos deben esmerarse por conservar y mejorar el don de haber sido benditos por la fortuna; los otros, por alcanzar niveles que rediman las inconsistencias y errores, tanto de sus antepasados como de los suyos.

Por ello, la transición hacia una existencia verdaderamente digna debe moldearse con una fuerza vital desbordante y, además, un anhelo supremo de trabajar, incansablemente, por la superación. Desde luego, olvidando la martiriologia (fácil) de lamentarse, transfiriendo las propias culpas a los demás.

Una fuerza que dirija y nutra los actos, que sublime y acoja con benevolencia la pluralidad de sueños que nos arrullan como sombras buenas, en una alternativa medular que se haga cielo en nuestras manos e inspire una cándida versión del pensamiento que nos permita transformar las miserias en semillas de honor.

Esa energía se desarrolla en cada uno de nosotros de manera diferente, de acuerdo con las prioridades y la jerarquía de valores, en una opción fundamental para apreciar los argumentos de la vida.

Y ofrece dos perspectivas: una, desde la responsabilidad de ser uno reconocido por su esfuerzo y dedicación a esa misión que lleva sembrada en sus entrañas, a ese compromiso de vivir para evolucionar en esperanza; otra, desde la autenticidad personal para no importarle lo que piensen los demás.

Ambas son la inspiración de un propósito de avanzar en condiciones, incluso de sacrificio, para que las metas superen las expectativas y, en circunstancias normales, se genere un beneficio para nuestro contexto, la familia, los amigos y las personas que necesitan una ayuda. Y para marcar la diferencia, porque se trata de no desgastar gran parte de la existencia tratando de complacer a otros, en una inutilidad de esfuerzos que después lamentamos inconteniblemente.

Nos falta, siempre, agotar esa media sombra que no vemos, mirar más al horizonte, soñar más, ver los duendes dormidos en el viento y ganarle la partida al eco de la desilusión, que se hace débil cuando uno cree en sí mismo.

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