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La luz brilla por el Oriente
Los occidentales no alcanzamos a comprender este anhelo de liberación, la negación del yo, la intimidad de la perfección, la irrealidad de todo y, menos, renunciar a la pasión insensata.
Lunes, 18 de Octubre de 2021

Los quilates de antigüedad son testimonio de la inmensa sabiduría de los orientales, porque de ellos proviene una espiritualidad centrada en la meditación (zen), la reflexividad y una inmensa vocación de estudio.

Han ido forjando, paso a paso, el modo de vencer las limitaciones corporales, extinguir el apego y despejar el camino al Nirvana, una leyenda que comienza en el cielo y se siembra en el alma, después de asimilar el sueño de la vida.

Su formación es exigente -ruda-, con una disciplina que libremente se imponen para su ascenso, con altos niveles de intuición y una profundidad de pensamiento, tal, que disipa las sombras e ilumina su ideal.

Cada vida pasada fue sólo ilusión y despliega una nueva purificación en la serie de reencarnaciones necesarias para el gran instante, -El Satori-, la iluminación espontánea, la rueda de la vida terminando de girar, como sucedió a Buda, debajo de una higuera, hace 2500 años. 

Así, enseñan a podar un tronco cada vez que brote, sin cortar sus raíces, y dejar que continúe el ciclo natural de vida y muerte (Samsara), hasta que cese y determine que las deudas del karma quedan saldadas.

La felicidad plena se alcanza -como recompensa-, cuando el alma percibe la esencia divina y el cuerpo abandona el deseo, con la práctica de la virtud, la humildad, la aceptación del ser humano por sí mismo y la caridad.

Epílogo: Los occidentales no alcanzamos a comprender este anhelo de liberación, la negación del yo, la intimidad de la perfección, la irrealidad de todo y, menos, renunciar a la pasión insensata.
 

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