Aún para los estándares del Presidente Donald Trump, los últimos días han sido de locura: la destrucción de Puerto Rico por el huracán María; la ridícula controversia por la actitud de un futbolista negro de postrar su rodilla en tierra en lugar de escuchar el himno nacional de pie; el fracaso en el Senado para tumbar la Ley de Salud de Obama; el despido del Secretario de Salud; la controversia por el uso de correos electrónicos privados por parte de importantes funcionarios de la Casa Blanca; y la intensificación de la guerra verbal con Corea del Norte. Esto ocurría mientras Trump sentía en su cuello la respiración del fiscal especial que está examinando la intervención rusa en las pasadas elecciones presidenciales y la posible colaboración de importantes miembros de su campaña con los rusos.
La destrucción casi total de la isla de Puerto Rico por parte del huracán María, no impidió que Trump se fuera de fin de semana a uno de sus clubs en New Jersey. Más aún, en lugar de enfocar su atención en la tragedia que estaban viviendo los portorriqueños, sin agua, comida, luz, teléfono o comunicaciones, armó una ridícula controversia por el hecho de que un futbolista negro, al escuchar las notas del himno nacional, en lugar de ponerse firmes, postró su rodilla en tierra en señal de protesta por las históricas injusticias a las que fueron sometidos los afro americanos.
Los Estados Unidos son un país presidencialista. Para este período, se eligió un Jefe de Estado incapaz, impreparado e inmaduro, que se rodeó de secretarios (ministros) igualmente poco experimentados y sin conocimientos precisos sobre las áreas bajo su responsabilidad. Con un Presidente distraído y peleando con los clubs de fútbol, el gabinete tampoco estuvo pendiente de atender las necesidades inaplazables de los portorriqueños. Mientras los habitantes de la isla clamaban por ayuda, Trump tuiteaba dándole órdenes a los presidentes del fútbol de despedir de su equipo al h de p que se había atrevido a protestar. Igualmente, se distrajo en nuevos enfrentamientos verbales con Corea del Norte, que pueden salirse de manos y generar una guerra.
Para infortunio de los habitantes de Puerto Rico, el estatus de la isla es el de un “estado asociado”. Tienen automáticamente la nacionalidad, pero no gozan de derechos políticos para elegir y ser elegidos al Congreso Nacional. Es decir, no pueden participar en las decisiones que se adoptan en las dos cámaras. No pueden votar por Presidente de la Nación.
En consecuencia, su influencia política es mínima. De allí que la ayuda se tardó demasiado y apenas el pasado viernes comenzó a llegar.
Ese mismo viernes el Presidente, tan acostumbrado a decir mentiras, dijo que las cosas en Puerto Rico iban muy pero muy bien.
Ante semejante cinismo, la alcaldesa de la capital, San Juan, dijo que no podía continuar con una actitud políticamente correcta, sin exponer la verdad de lo que estaba pasando en su país. “Estoy rogando, rogando a cualquiera que pueda oírnos, para que nos salve de morir”. Estas declaraciones angustiadas de la alcaldesa fueron contestadas por Trump el sábado, como siempre a través de twitter, para acusar a los demócratas de haber presionado a la funcionaria para que lo insultara. La acusó de poca capacidad de liderazgo, así como a otros portorriqueños, para mover a sus trabajadores para ayudar. “Ellos quieren que todo sea hecho para ellos, cuando debería ser un esfuerzo comunitario”, añadió.
En la misma semana estalló una controversia por que el Secretario de Salud, para desplazamientos nacionales, inclusive cortos, arrendaba costosos jets con tarifas superiores a US$30.000. Aprovechaba también estos desplazamientos oficiales, pagados por los contribuyentes, para llevar a cabo actividades privadas, por ejemplo, cenar con su hijo. Para citar apenas un caso, viajar a New Jersey, por tren, requiere apenas de hora y media y el costo es apenas de US$200. Ante el escándalo, el Presidente le pidió la renuncia, la que fue aceptada de inmediato.
Otros miembros del gabinete, por ejemplo los secretarios del Tesoro y del Interior, han hecho lo mismo. ¿Les pedirá el Presidente la renuncia? Parece que no.
Todos los norteamericanos recuerdan las manifestaciones del candidato Trump cuando decía que a Hillary se la debía poner presa por el uso de su email privado para gestiones oficiales. “Enciérrenla, enciérrenla”, contestaban a gritos sus partidarios. Pues bien, hoy varios funcionarios de la Casa Blanca, entre ellos el yerno de Trump, Jared Kushner, están siendo investigados por el uso de sus cuentas de correo personales, para cumplir sus tareas como asesores del Presidente.
Esos mismos funcionarios están siendo llamados a declarar por el Fiscal especial, Bob Mueller, quien está a cargo de la investigación por la interferencia rusa en las pasadas elecciones presidenciales, para perjudicar a Hillary y favorecer a Trump, y la posible “colusión” de asesores de la campaña republicana. Es posible que esta investigación termine salpicando no sólo a los hijos y al yerno de Trump, sino al Presidente mismo. Si ello resultara así, existirían motivos suficientes para que el Congreso le abra un juicio al Presidente que termine en su destitución.