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La ingratitud y la envidia en la educación
La ingratitud  es la  actitud predominante entre los  rectores,  administrativos  y los  mismos  docentes.
Miércoles, 16 de Mayo de 2018

No  he  podido  entender la  ingratitud  que acompaña  a  los maestros cuando deciden cesar sus  labores  formativas para entrar a  disfrutar de sus  merecidas  pensiones.

Muy  pocos recuerdan las  grandes  gestas  y aportes  de  los  compañeros  que  se retiran. Las  limitaciones  de  los  que  siguen  en  los  planteles educativos las  manifiestan  con  el  olvido  y  el  silencio.

Cuando el  tiempo  sobraba para realizar actividades  extra  curriculares,  como  eventos  artísticos y deportivos, a  nadie  le  da  por  recordar  y  valorar a  sus  gestores. Lo  más  fácil es suspenderlos  porque nadie “le  regala tiempo” al  Estado.

Con  la  inseguridad que hay  en  el  país y el  peligro  que  representa para  los escolares  y  colegiales,  los  rectores depositan  la  responsabilidad en  los  seccionales  por  lo  que  les  pueda  ocurrir  a  los  niños  y  adolescentes durante  los  ensayos  o  entrenamientos  en  horas  distintas  a sus  jornadas.

Por  esa  razón, es  poca  la  actividad deportiva  o  artística en escuelas  y  colegios,  aglutinados ahora  en  los denominados  centros educativos. Los  maestros con  aptitudes atléticas , musicales  y  teatrales, se  abstienen de organizar  los  certámenes  que requieren  los alumnos  para  su  formación integral.

Continuando con los  casos  de  insolidaridad que se dan en los  establecimientos educativos,  considero que  es  una  de  las  grandes  paradojas,  porque se  supone que los maestros y  profesores  deben actuar como  verdaderos  cuadros  de  opinión, que  representen ejemplos para  sus  discípulos.

La  falta  de amistad  y  colegaje entre quienes  tienen la sagrada  misión  de formar  y conducir  a  las  nuevas  generaciones se  evidencian  en  el  desconocimiento e  indiferencia  hacia  los ´compañeros´   que son  pilosos y  que  se  entregan a sus determinantes labores  pedagógicas.

Qué  tanto es dar  un  abrazo  de  felicitación o  de  ánimo. Solo  hay  silencio  y  muchas  veces  críticas injustas  e  infundadas.

La ingratitud  es la  actitud predominante entre los  rectores,  administrativos  y los  mismos  docentes. La  devoción con  la que  muchos  asumen  el  compromiso , si no  se  reconoce y  valora  entre  ellos  mismos, la  recuerdan  y agradecen los  niños  y  muchachos convertidos  en  profesionales,  varios  de  ellos  muy  exitosos, cuando  se  encuentran con  quienes  fueron  sus  queridos profesores.

Los  abrazos sorpresivos y  las palabras de  aliento de quienes  antes  eran  pequeños  e  inocentes, entran como verdaderos  bálsamos que alivian  y  engrandecen el  alma.

Nunca  dejo de  pensar  en el  verdadero  formador de  formadores, el  inolvidable  profesor Miguel  Ángel Velandia  Epalza , director  de la  escuela anexa  a  la antigua  Normal “Francisco Fernández  de  Contreras”,  quien  nos dictó la  asignatura  de Fundamentos  Pedagógicos, y  cuyos  consejos los  apliqué  cuando trabaje  con  él en  esa  amada  institución y  ahora cuando  comparto  mis  experiencias periodísticas  con mis alumnos  de Comunicación  Social,  en la UFPSO.

En plena  celebración del  día  del maestro, mi  gratitud hacia  quienes contribuyeron  en  mi  formación como  persona  y profesional: la  profesora Cecilia Reyes , que  también  fue la  titular  de quinto  primaria en la añorada  escuela  Simón  Bolívar de  mis  hijos María  del  Mar  y  Nahún  Alejandro; a los  inolvidables  rectores Isidro  Torres  y Rafael  García, y  por  supuesto a quienes  fueron  mis  profesores, Ramón  Carrascal,  Nahún  Romero, Argemiro Bayona,  Saúl  Carrillo, Alfredo Flórez,  y a Jorge  Carvajal y Félix  Álvarez,  que  afortunadamente viven.

A quienes fueron mis alumnos o  colegas, una  voz  de  aliento,  sobre  ellos hay  una inmensa responsabilidad, encausar los  proyectos  de  vida que  representan los  niños y jóvenes  encomendados  a  ellos. 

Que no desperdicien las  oportunidades de capacitación  y  actualización, de manera que su  hermosa  vocación les  permita contribuir  para  el  cambio  urgente  que  requiere  el  país  y  el  mundo, siempre y  cuando  excluyan  de  sus centros  educativos la  envidia  y  la  ingratitud.

A demostrarle al  atrevido  expresidente que la  mayoría  de  los colombianos los apreciamos y  respaldamos,  no  obstantes las  falencias que  tienen  como humanos.   

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