Por estos días ocurre, o debería ocurrir, uno de los acontecimientos más importantes en el mundo del derecho en Colombia. La elección del fiscal general es un tema grueso, de esos que nadie, por profano y desentendido que sea, puede dejar de lado.
Hay tres abogados bastante probos y capaces. Sin embargo, me la juego por Néstor Humberto. Abogado capaz y conocedor del manejo de la cosa pública. Ha ejercido varios cargos públicos, muchos de ellos de importancia, así que no parece factible que llegue al cargo a deslumbrase con los reflectores.
Muchos de sus críticos señalan que tener tantos y tan poderosos clientes se erige como un impedimento. La torpeza de este argumento es evidente. ¿Acaso debería tener pocos clientes? ¿O clientes pequeños? Creo que es mejor un abogado exitoso que uno apocado, y sin mucho vuelo.
Otras dirán que Martínez no es penalista. Y sí, no lo es. ¿Y? La Fiscalía está llena de buenos, muy buenos penalistas, así que él, en caso de ser escogido, se puede rodear de buenos abogados.
Lo que se necesita en esa institución es un abogado, pero de aquellos que les quepan los números en la cabeza. De aquellos que, además de saber leer el Código Civil, sepan leer un estado de resultados. Martínez es de esos.
La Fiscalía está pasando por uno de los peores momentos: Mala, pésima, imagen. Despilfarro, desgreño, y casi que una sensación de que es una institución enemiga de los ciudadanos. Eso se debe revertir ya. No es mañana, ni la otra semana. Es ya que se debe dar un timonazo, pues de lo contrario no habrá forma de que los colombianos vivamos como seres humanos; allí donde no hay justicia, impera la anarquía.
Es momento de que se retomen los cauces de la tranquilidad, de la mesura en la conducción de la Fiscalía, para que sea cosa del pasado el tono pendenciero y altanero con que se defiende lo indefendible; ya es hora de que la Fiscalía esté a tono con el siglo que corre, y no que los ciudadanos estemos atónitos con el fiscal.
No se puede olvidar que la era de Montealegre-Perdomo dejó una sensación funesta en el ambiente judicial del país. Los experimentos, sufragados con impuestos, suyos y míos, dejaron la peor sensación en el país. No voy a satanizar la era Montealegre-Perdomo, pero sí sucedieron cosas que han dejado muy mal parada a una institución que será la piedra esencial del posconflicto.
No se debe olvidar que es gracias a la Fiscalía, o por su culpa, que la delincuencia en Colombia tiene las cifras que tiene. Bien puede ocurrir que la delincuencia esté en tasas relativamente bajas por cuenta del buen y eficiente actuar de la Fiscalía, o puede verse el vaso medio vacío y decir que el crimen tiene las cifras que tiene, relativamente altas, por el actuar de la Fiscalía.
En fin, quizá solo sea pensar con el deseo, pero ojalá la Corte Suprema de Justicia asuma el reto que tiene por delante, y la otra semana nos dé la buena nueva de que habemus Néstor.