La noche de elecciones me fui temprano a la cama. Los primeros resultados de la votación, aunque basados en pequeños porcentajes, lanzaban señales que parecían confirmar mis peores temores. Como el avestruz, me hice a la ilusión de que si dormía y no continuaba en el calvario de escuchar los resultados en los 50 estados, las señales desaparecerían. Cuando desperté a las 3 y 30 de la madrugada, los titulares confirmaban la hecatombe política: TRUMP PRESIDENTE.
Hace dos meses, en una columna que publiqué en este diario bajo el título “La Culpa de los Medios en EU”, analicé la cercana posibilidad de que Donald Trump ganara la Presidencia de este país. Decía que “si Trump gana las elecciones, los medios tendrán una parte de culpa. Promovieron el monstruo y ahora puede ser tarde para pararlo...” Añadía: “Esa es una posibilidad más cercana hoy que ayer. Trump ha venido subiendo en las encuestas nacionales y en las de algunos estados que son clave para el triunfo de cualquiera de los dos candidatos”.
Pero las encuestas de las últimas semanas se equivocaron, lo mismo que los análisis. De allí la sorpresa de la mitad del país ante el triunfo de Trump.
Hoy, todos los medios, tanto impresos como electrónicos, sin asumir su responsabilidad, tratan de explicar a los lectores lo sucedido. Pero se veía venir. A pesar de que en los editoriales los medios impresos apoyaban decididamente a Hillary, en las noticias la seguían describiendo como poco transparente, dada al secretismo y a la mentira. El escándalo sobre el uso de un servidor privado para enviar y recibir correos electrónicos siguió siendo desproporcionado, alimentado por las declaraciones del director del FBI y sus regaños hacia la exsecretaria de estado. Once días antes de la votación, el director, quien es republicano, revivió de nuevo el tema de los correos, a pesar de que ratificó que el error de Clinton no justificaba que fuera acusada ante las cortes. Pero el daño que le hizo fue mayúsculo.
Los análisis esperanzadores se basaban en la creencia de que Clinton sería elegida por una coalición, la misma que llevó a Obama a la Presidencia, conformada por mujeres, negros, latinos y jóvenes educados.
En el caso de las mujeres, se creía que aumentarían sustancialmente su participación, por la esperanza de elegir la primera mujer al cargo más alto del país, y ante la repugnancia causada por las vulgares declaraciones de Trump. Pues resulta que las mujeres no salieron a votar tan masivamente como se esperaba, y un alto porcentaje de las republicanas se taparon las narices y votaron por Trump. Fue más fuerte su impulso partidario que sus “valores morales”.
Se esperaba también que la población negra, fundamental para la elección de Obama, saldría a votar masivamente por Clinton, ante los temores de un gobierno de Trump. Clinton ganó de lejos entre los negros, pero su participación fue más baja de lo esperado. La ilusión de elegir a la primera mujer como Presidente no fue tan grande como la de llevar al poder al primer Presidente negro en la historia del país. Tampoco la de contribuir a salvaguardar el legado de este último.
Se presumía que los latinos, temerosos ante las amenazas de Trump de expulsar masivamente a los indocumentados, y ofendidos por sus ataques cuando los calificó de hampones y violadores, aumentarían sustancialmente su participación. Efectivamente, casi 7 de cada 10 votantes escogieron a Hillary, pero su participación tan sólo subió 1%. Muchos latinos no tienen la cultura o la tradición de participar en la vida cívica y política del país que los ha acogido. Como si fuera poco, gran parte de la población latina aquí y, por ende, de los votantes, tiene origen mexicano. El machismo mexicano no fue tenido en cuenta cuando se proyectaron las tasas de asistencia a las urnas.
La población blanca y más educada, sobre todo los jóvenes, votó masivamente por Clinton, pero no alcanzó a compensar los déficits de los otros grupos mencionados.
Siguen corriendo ríos de tinta y bytes en las redes electrónicas para explicar el “sorpresivo” triunfo de Trump y la dolorosa derrota de Clinton, incluyendo los errores estratégicos y tácticos de su campaña. En el futuro podremos dedicar tiempo y espacio a estos temas. Seguiremos llorando sobre la leche derramada.