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La deuda externa, un problema mayor
La gravedad del problema es tal que, desde hace años, el presupuesto nacional destina más al servicio de la deuda que a la inversión social.
Sábado, 16 de Julio de 2022

Durante los años 60 y 70 del siglo pasado, sociólogos y economistas sostenían que los países subdesarrollados tenían suficiente tierra y mano de obra, pero que su mayor dificultad era la carencia de capital.


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Oh paradoja, porque en la actualidad las naciones tercermundistas, sumidas en la pobreza, son grandes exportadoras de capital, justamente de lo que más necesitan, porque su deuda externa evolucionó de manera absurda y, en consecuencia, destinan a su servicio miles de millones de dólares cada año, lo cual las hace más dependientes. John M. Keynes, el gran economista británico que abogaba por un orden económico internacional justo entre las naciones, predijo esta situación en 1945. Ese yugo del capital impide, además, que Naciones Unidas pueda lograr su segundo propósito fundante, cual es el ‘Progreso de Todos los Pueblos’.

Para entender esta complejidad, recordemos el crecimiento irracional de la deuda conjunta de los países de América Latina, que era apenas de 27 mil millones de dólares en 1970, pero que llegó a 235 mil millones en 1980, y alcanzó la extravagante suma de 476 mil millones de dólares en 1990. Esa escalada generó crisis fiscales y cesación de pagos, al punto que los años 80 se consideran ‘la década perdida’ de América Latina.   

Colombia ha sido parte de esa evolución. En consecuencia, uno de los principales problemas que encontrará el gobierno Petro será la deuda externa. Según informe del Banco de la República, ella era de 175 mil millones de dólares en marzo pasado, equivalente al 49.4% del Producto Interno Bruto. Duque la encontró en 126 mil millones de dólares, lo que significa que aumentó el 39% en los últimos 4 años. En esa globalidad, la deuda del sector púbico representa el 58% y la del sector privado el 42%.


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Frente a este problema estructural, los gobiernos de los últimos 32 años han sido irresponsables. En el período Betancur (1982-1986), la deuda externa, que ya preocupaba porque llegaba a 15 mil millones de dólares, hizo que los narcos, desafiándolo todo, manifestaran su intención de pagarla a cambio de la no extradición.

El gobierno Barco muy poco incrementó la deuda, por lo que mediando el período Gaviria se mantenía en 17 mil millones de dólares; pero terminando Samper en 1998, ya marcaba 34 mil millones de dólares. Poco aumentó la deuda externa con Pastrana por las crisis financieras internacionales, por manera que Uribe la encontró en 39 mil millones de dólares en 2002, dejándosela a Santos en 62 mil millones de dólares en 2010.

La gravedad del problema es tal que, desde hace años, el presupuesto nacional destina más al servicio de la deuda que a la inversión social. El de 2019, previo a la pandemia, dedicaba 66,4 billones de pesos a compromisos de la deuda externa y apenas 35,4 billones a inversión social.  

La sostenibilidad de la deuda resulta trascendental. Si la productividad, la balanza comercial y la tasa de interés pagada por los préstamos internacionales no guardan relación estable en el tiempo, de forma que la participación de la deuda en el PIB permanezca constante, el problema es muy grave. Y eso ha ocurrido en Colombia, por gobiernos dedicados a adquirir deuda para tener recursos.

Petro, consciente del problema fiscal y comprendiendo que necesita capital, ha propuesto una reforma tributaria como primer paso, en la idea de captar 50 billones de pesos. Esto será una ayuda, pero no suficiente. Seguramente se revisarán los efectos del neoliberalismo, que tanto han afectado la productividad nacional, y el comportamiento de algunos recursos naturales que se han dilapidado. Se buscará también refinanciar lo que sea posible de la deuda, según acreedores, montos, plazos, intereses, y otras condiciones.

Nada será fácil, pero tampoco imposible. Con un país cuasi quebrado, enfrentar el problema es simultáneamente un reto y una responsabilidad. Ojalá tanto sueño social, y de productividad e infraestructura, no lo desvanezca la carencia de capital.   

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