Nada de darle la bienvenida al ocio del pensionado porque le escurre el bulto al reposo. Tampoco está para acariciar el gato ni siquiera después de una travesía de 36 años en El Colombiano donde empezó cargando ladrillo.
Luis Miguel de Bedout Hernández se estrenó como pichón de ingeniero de producción de EAFIT mimando la rotativa, ese armatoste con cara de Subuso que hace periódicos.
Dará el paso al costado como presidente del diario leer a raíz del cambalache que acordaron las familias Hernández y Gómez Martínez que quedó como solitaria dueña de la empresa. Hay guardián en la heredad.
Habrá que darle a De Bedout la bienvenida a nuevas responsabilidades. Nadie se retira de lo le quita el sueño y le aumenta el insomnio. Para su nueva etapa se lo pelean proyectos familiares, culturales, académicos.
Hace poco, cacaos de Grupos como Sura, Éxito, Bancolombia, Argos, se alternaron para hablar bellezas del “doctor Luis Miguel” como le decimos quienes hemos sido subalternos suyos.
Cuando tantos encopetados personajes hablan bellezas de alguien es porque lo están graduando merecidamente de cacao. Sus fugaces biógrafos del sector privado y de los medios saben que hay De Bedout para rato.
Luismi, como le dice su cercana red de afectos, es exigente, estudioso, enemigo personal de la mediocridad. Me enriquecí lícitamente escuchándolo en múltiples juntas directivas en la agencia de noticias Colprensa en la que El Colombiano es el tío rico.
Poco dado al inútil pecadillo del egoísmo compartía saberes con gerentes de la prensa regional. Compartir lo que se sabe es una forma de alcanzar la inmortalidad, es una enseñanza del Dalai Lama que suelo citar.
En las juntas en las que participa el auditorio para la oreja porque sabe decir cosas sensatas, novedosas, inteligentes. Lo saben en Andiarios, Periódicos Asociados, La República, Editorial Aguas Claras, Medellín Cultural, Fundación Amor por Medellín.
Habla con alegría, don de gentes y claridad mental, resumió certeramente Andrés Aguirre, director del Hospital Pablo Tobón.
Con el agregado de que sabe decir las cosas porque EAFIT, donde lo esperan, lo arrojó al gallinero laboral con una buena dosis de humanismo que lo lleva a pensar en la gente, no solo en hacer sonar la registradora. El mamagallismo y cierta perversa ironía son su receta para huir de la solemnidad y del estrés.
De Bedout no se enguarala hablando de finanzas ni de periodismo. Aprendió de ambas disciplinas para no dejarse meter goles y hablar en la letra pegada del mandacallar.
En su destino siguió la huella de sus ilustres parientes y predecesores don Julio C. Hernández y su tío Jorge Hernández.
No se necesita tener bola de cristal para concluir que seguirá en la brega. Sin rotativa también hay paraíso. Ahora, cuando llegue la ocasión, bienvenido a la cofradía de los pensionados que nos despertamos y se nos agota la agenda.