Dicen las mamás que después de una fiesta es necesario pensar: examinar la parranda y el guayabo. Pasaron las ferias de Pamplona y nos dejan por lo menos dos reflexiones en tornoa lo disciplinario y a la comprensión que tenemos de lo público. Esto me genera más guayabo que el aguardiente.
En Pamplona el pasado dos de julio se presentó el cantante Luis Silva. Allí, según las versiones de mucha gente que asistió al evento, a otra que decidió retirarse indignada por lo ocurrido y a medios locales que realizaron la denuncia en redes sociales, se propició un claro proselitismo político por parte de la administración municipal. El animador del espectáculo indicó que por invitación del Alcalde, quien pertenece al Centro Democrático, era necesario “agradecer y enaltecer a Álvaro Uribe”. Así, el concierto estuvo mediado por arengas y propaganda política a favor del hoy senador. Este tipo de actuaciones son contrarias al Código Disciplinario Único que precisa en los numerales 39 y 40 del artículo 48, que está prohibido por parte de un funcionario público todo tipo de participación en controversias e influencias políticas.
Ahora bien. Debe saber la ciudadanía que el concierto no estuvo avalado por el Senador Uribe. Hablemos claro: frente a este tipo de proselitismo en el imaginario colectivo se genera un agradecimiento no solo con la administración municipal, la cual asume estos gastos gracias a los impuestos que pagamos y al apoyo de patrocinadores privados, sino con el líder de un partido que nada tuvo que ver con la organización del evento. Lamentablemente en Colombia nos acostumbramos a agradecer la “gratuidad” de estos espacios, pero son los impuestos los que posibilitan la realización de cualquier actividad de esta naturaleza. Lo público, como lo han señalado grandes teóricos como ZygmuntBauman, debe protegerse en tanto es un espacio de apropiación y discusión donde se generan significados de diálogo y conquista de derechos colectivos; no particulares.
¡Qué guayabo! Dijo alguna vez Jaime Garzón que “uno es para siempre responsable (…) de dejarse domesticar por los politiqueros de turno”, y esto no puede suceder. Triste que la ciudadanía sea manipulada de esta forma, y aquí no se propone un debate de Uribe contra Santos: escapemos de la dicotomía. A lo que se invita es a afilar las miradas de unas fiestas donde parte de la ciudadanía quedó agradecida con un político que nada tuvo que ver con su realización. Apropiémonos de lo nuestro. Unas fiestas de esta naturaleza no son de Uribe ni de un Alcalde que lo favorece: son de la ciudadanía, una ciudadanía que ya está agotada con tanta manipulación y politiquería.
Postre. Hablando del voraz apetito de poder que vemos en nuestros dirigentes locales y nacionales, es interesante conocer el libro “El fin del poder” de Moisés Naím: aquí se ilustra con claridad la fragilidad a la que hoy están expuestos los líderes actuales, porque el mundo ha cambiado y, el poder, el poder que ellos creen tener, dura menos que un guayabo. Y para tener una visión más amplia de la manipulación política, también interesante y muy recomendada la serie estadounidense House of Cards; así la historia se desenvuelva en contextos y dimensiones diferentes, observarán muchas similitudes con nuestra pobre clase política.