Los intereses políticos que en ocasiones han llegado a existir detrás de un mundial de fútbol son muy grandes, complejos y hasta peligrosos. No es sino constatar lo que en apenas una semana de actividad en Catar ha ocurrido con la selección de Irán: en su primer partido los jugadores no cantaron el himno de su país como protesta por la muerte de una joven, Mahsa Amini, quien al parecer ni siquiera deliberadamente, en un descuido no cubrió totalmente con la burka una parte de su cabello, y la policía del ministerio de la moral que lo tomó como un desafío, la arrestó y murió en cautiverio. Cincuenta muertos en los últimos días y las protestas no paran y por ello su selección en su primer encuentro no cantó el himno; sorpresivamente en el segundo partido si lo hicieron. El gobierno le hizo saber a sus jugadores que de continuar con la protesta, de regreso a su país todos podrían ser arrestados. Fútbol y política encontradas.
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La selección de Dinamarca para su primer partido tenía listo salir con un brazalete negro en protesta por la violación de los derechos humanos que existen en el país anfitrión, además de las denuncias que aseguran que en la construcción de los estadios hubo prácticas esclavistas en las que murieron muchos trabajadores, algunos de los cuales sabían que por las altas temperaturas en las que debían trabajar, no les esperaba sino la muerte. La Fifa amenazó a la selección de sancionarla con la exclusión del mundial y hasta ahí llegó la protesta. La selección alemana en su primer partido ante Japón posó con la mano sobre la boca en protesta porque los capitanes de los equipos no podían llevar un brazalete en apoyo a la comunidad LGBTIQ+, cuya expresión cultural es prohibida en el país asiático. Una de las grandes sorpresas del mundial ya en el campo de juego, Japón le gana a los alemanes 2 - 1 y la tapada de boca de los alemanes generó hasta burlas de periodistas de Catar: “Esto es lo que pasa cuando no te concentras en el fútbol”.
La intromisión de la política en los mundiales no es nueva. En 1934 Italia es escogida como país sede para hacer el campeonato, y por ello Benito Mussolini aprovecha para hacerle propaganda al fascismo que llevaba 12 años en el poder, y por ello le expresa a su presidente de la federación: “No sé como hará, pero Italia debe ganar este torneo”, y el dirigente algo confundido, recibe una reprimenda: “No me ha comprendido bien, Italia debe ganar este mundial, es una orden”. Por supuesto que Italia quedó campeón. El mundial de fútbol de Argentina de 1978, en momentos de una cruel dictadura que dejó 30.000 desaparecidos, escondía los horrores en contra de los derechos humanos. Uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, el capitán de una gran selección, la naranja mecánica, Johan Cruyff no fue a ese mundial en protesta contra la dictadura.
En 1986 en el mundial de México la selección de Argentina, con aquel histórico gol que le hizo Maradona a la selección inglesa, solo desde el mediocampo, en el Obelisco de Buenos Aires sus hinchas lo celebraron algo así como una venganza por la guerra de las Malvinas que cuatro años antes había perdido su país. En 1938 en Austria hubo un jugador a quien por su habilidad y capacidad goleadora lo llamaban “El Mozart del fútbol”, Mathias Sindelar, quien en algún partido en contra de Alemania al que asistió Hitler, le hizo un espectacular gol al equipo germano y lo celebró bailando frente a la tribuna donde se encontraba el líder del Reich. Esa celebración le costó su muerte. Al año siguiente apareció muerto al lado de su compañera sentimental. Así es, Catar cuestionada por los derechos humanos, pero una vez más el fútbol arrasa lo que sea. La cultura del “pan y circo” existe desde el Imperio Romano.
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