Todas las discusiones que se armaron en América Latina por el informe que publicó en el pasado trimestre el Programa Mundial de Alimentos, terminaron como siempre en la alineación de los dos bandos en sus respectivos establecimientos: los que se ponen de pie para adular los gobiernos y los que se quedan sentados controvirtiendo cifras y políticas de producción, oferta y consumo de los mismos.
Debiera ser lo contrario, pues la controversia es lo de menos, lo importante es el cambio de políticas, la rectificación o la innovación, más no la inercia. La realidad es que tenemos más de cinco millones de colombianos con inseguridad alimentaria grave o aguda y la totalidad de los migrantes y refugiados venezolanos que caminan nuestras carreteras, caminos y trochas de Dios.
Esas son unas cuentas reales de la FAO. No tiene porque molestarse el Señor presidente ni su partido de gobierno. Todos reconocemos que se vienen haciendo esfuerzos, pero la inconformidad es porque no es suficiente si se puede hacer mucho más. Las cifras dicen que nuestra economía crece de manera casi increíble dentro de la pandemia y que la producción agrícola, pecuaria e industrial es la más acelerada, merced a la acción gubernamental. Obviamente no es acertado que Colombia, esté incluida en el mismo grupo de Haití, Nicaragua y Honduras y que ante tal protesta, el programa Mundial de Alimentos nos dio como contentillo, una respuesta de esas que abrazan con espinas.
Pero la realidad hay que aceptarla. Las cifras no explican que ante la oferta y el crecimiento, se esconde otra verdad. Hay dos enfoques relativos a la inseguridad alimentaria. Uno que revela insuficiencia para atender la demanda de comida, llegando a la hambruna, que no es nuestro caso.
Otro enfoque es que, habiendo suficiencia en la producción y oferta, el pueblo carece de ingreso para adquirir y consumir alimentos: y este sí es nuestro caso. Aquí en el Área Metropolitana de Cúcuta según informes de la diócesis, tenemos mas de cien mil hogares (de cinco miembros en promedio), están en pobreza grave, es decir de una a dos precarias raciones diarias, con ingresos escasos o casi nulos. Y ello nos debe conmover, pues son cifras avaladas luego por el DANE.
Dios quiera que la inflación se logre controlar, para superar amenazas de crisis alimentaria. También que el Gobierno entienda que las críticas tienen sentido de solidaridad, para que dejen sus pataletas irritables.
Adenda: En la Alcaldía de Cúcuta, también hay mucha gente irritable. No les gusta los comentarios contra la corrupción, por pagos sin soportes. No les agrada la figura del peculado culposo y el otro.