¿Se acuerdan cuando la senadora Cabal les gritaba a los estudiantes “Estudien, vagos”? Siempre pensé que era un desatino, pero ahora, con las marchas, cambié de opinión.
No me voy a referir a la obviedad mayor, y es que la educación es clave del desarrollo, y que sin educación nunca dejaremos de ser pobres y todo ese bla bla bla del que han corrido litros y litros de tinta. No.
Tampoco me voy a referir al derecho a protestar cuando vemos o sentimos que hay injusticias. Sobre eso también se han escrito millones de letras.
Me voy a referir, sí, al derecho que tenemos unos, minoría por lo visto, de pedirle al gobierno que saque la mano dura. Que luzca – por lo menos una vez- un poco de autoridad. Si lo estudiantes no quieren estudiar, y hacer un paro eterno, bien por ellos; pero ya basta de las piedras, y las papas bomba. Y los policías malheridos.
Estudiar parece ser la excepción en estos díscolos muchachos.
Ya está bueno de las marchas en horas hábiles, convirtiendo en un infierno una ya infernal ciudad.
¿En serio creen que la “oligarquía” colombiana se va a motivar, va a sentir compasión, porque unos imberbes encapuchados bloquean Transmilenio? ¿Acaso no entienden que los ricos del país no usan Transmilenio? Y los millonarios, es decir los ricos de los ricos, no usan a Bogotá, salvo para recoger los rendimientos de sus negocios. Ven, muertos de la risa, el caos que causan unos pocos, prevalidos de la debilidad del Estado, desde sus televisores en la costa brava, o en la campiña Inglesa. Quizá desde su casa en Boston.
Las víctimas reales de las “protestas sociales” son las madres cabeza de familia, los obreros, los que añoran con trabajar dos o 3 horas extras para hacer unos centavos más. Son ellos los héroes que usan las calles que los chicuelos quieren taponar con sus hogueras de inconformidad.
Y uso la expresión “protestas sociales” en comillas, porque son todo menos eso: No son sociales, pues no dudaron en prenderle fuego a un policía, ni dañar la sede de un medio de comunicación. Vandalizaron lo menos oligarca que tiene Bogotá, que son los buses de Transmilenio. En fin, los jóvenes inquietos resultaron todos unos tiranos, muy al estilo de Fidel, que tanto admiran.
Y eso de protesta tampoco me cuadra. Lucieron, ese día, más como unos terroristas. Ya con sus rostros tapados desde que salieron de sus casas, sabían que la cosa era enserio. No estaban para bromas, los millenials enfurecidos.
Me los imagino, muy valientes ellos (¿quién no lo es cuando es anónimo?) diciéndole a sus familiares que van a protestar por una educación mejor, por una país mejor. “Para hacer una tortilla, hay que romper un par de huevos” dirán mientras alistan la gasolina y las mechas de las papas bomba.
Los huevos son los policías desfigurados, y los soldados mutilados.
Quizá ya es hora de que gritemos ¡Estudien, terroristas!