Pocas veces me he referido a temas de carácter nacional o internacional, porque el nombre de mi columna me obliga a tratar asuntos de la ciudad o de la antigua provincia de Ocaña.
Esta región del nororiente colombiano, en la que se encuentra la vasta y rica zona del Catatumbo, es una de la más abandonadas por el Estado y al tiempo también una de la más azotadas por el conflicto armado.
La entrega de las armas por las Farc, hecho que simboliza el final de una guerra fratricida de más de 50 años, debimos celebrarla con regocijo y esperanzas y hasta con el repicar de las campanas de los templos, pero escuchamos o vimos el trascendental hecho con total indiferencia.
Olvidamos la cantidad de muertos, de secuestros, de desplazamientos y despojo de tierras que ocasiona la guerra y todavía seguimos apoyando las propuestas de revancha y venganza de quienes se han beneficiado con ella y que son amplificadas por las grandes cadenas radiales o los canales privados de televisión.
Quienes siguen utilizando el odio, la sangre y el dolor con fines electoreros, han venido a la ciudad a idealizar el papel de las Ibáñez y a prometer obras irrealizables como las vías perimetrales de Ábrego y Ocaña, además de la reestructuración y fortalecimiento del Sena, y sin embargo, a pesar de las burlas los votos son de ellos. De manera paradójica acá ganó el No en el pasado plebiscito por la paz.
Dentro del acostumbrado silencio de la Iglesia católica, monseñor Ignacio Gómez Aristizábal, actual arzobispo de Santa Fe de Antioquia y recordado obispo de la Diócesis de Ocaña, sorprendió, a través de las redes sociales, con un mensaje oportuno y reconciliador: “Para quienes tenemos como referente de nuestro comportamiento terreno a Jesucristo, pensamos que debemos ir más de la justicia y es relevar la misericordia…”.
Aplicado al caso de la desmovilización de las Farc, el prelado paisa agrega que son muchos los corazones intoxicados de odio por la serie de injusticias cometidas contra la población civil y recuerda el episodio de Jesucristo en el monte Calvario cuando clamaba perdón para sus verdugos: “Así debemos tratar a los hermanos que quieren regresar a la convivencia pacífica y que han dado muestras de sinceridad en su arrepentimiento. De no ser así nunca saldremos del revanchismo recíproco”.
Ojalá que en los distintos templos católicos o evangélicos se reproduzcan mensajes similares convocando a la curación del odio y la venganza a través del perdón y la misericordia. Ojalá las personas humildes, las desposeídas, las que han sido pauperizadas por el conflicto, se alejen de la venganza y que no permitan ser utilizadas por los politiqueros.
“Quiero traer de la Guajira el sentimiento de las montañas guerrilleras un son de paz, quiero traer para el amor un pecho abierto y mi garganta dispuesta a cantar, y que no existan rencillas por el color y oir en la voz del pueblo un canto de mi tierra , yo quiero cambiar la guerra por amor y paz…”. Fragmento de la canción del guajiro Hernando Marín Lacotoure ,”Canta conmigo”, grabada magistralmente por Diomedes Díaz, que entre otras era una de las preferidas por la inolvidable “Chava” Celis.
Y así sea más difícil, es mejor la paz que la guerra.