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¿En dónde está la reparación?
Las autoridades eclesiásticas a nivel nacional deben ser conocedoras de lo sucedido y responder como estipulan las leyes
Domingo, 9 de Octubre de 2022

Hace un año y diez días, la señora Socorro Báez, fue atropellada brutalmente por un ciudadano que conducía en estado de embriaguez grado 2, según el dictamen policial. El actor del hecho, un sacerdote de la Diócesis de Cúcuta, no resistió la tentación y fue víctima del mismo diablo que lo obligó a tomar licor hasta que su organismo no pudo controlar el vehículo que conducía.

El hecho mereció una columna dominical, la cual titulé “La botella debajo de la sotana” porque a mi modo de ver, la situación fue muy grave, pese a que le aparecieron al “curita” varios defensores que manifestaban que era humano y se podía equivocar y otras estupideces, pero muy pocos se aproximaron a lo que se debió calificar como un hecho que pudo ser del conocimiento de otras autoridades. Como prueba de lo escrito, la juiciosa investigación que realizó este periódico, la cual publicó bajo el título: “Mi mamá todavía sigue recuperándose: familiar de Socorro Báez” en la que tomó serios testimonios de la familia de la señora Socorro, quien no ha podido retornar a sus actividades cotidianas.

Lo curioso de la situación es que el asunto fue abordado en su momento, por José Libardo Garcés, administrador apostólico de la Diócesis de Cúcuta, quien lamentó y rechazó el hecho, y señaló que el accidente estaba rodeado de “situaciones que no son regulares”, anunciando las concebidas investigaciones. A la fecha se desconocen los resultados de sus “investigaciones”, pero de responsabilidades poco o nada, según se desprende de la noticia.

Lo expresado por el señor Garcés, es realmente risible, toda vez que esas situaciones no son regulares y menos pasado más de un año de los hechos, queriendo arreglar todo con una lánguida expresión de solidaridad y ahí quedó todo, aclarando que la suspensión de la Licencia de Conducción es una sanción de tipo personal, en la que nada tiene que ver el Clero.  

El asunto tiene varias aristas para seguir evaluando, pero voy a resumir lo que a mi modo de ver constituye una verdadera injusticia por parte de un representante de la Iglesia Católica, por cuanto se trata de uno de sus miembros que tiene bajo su responsabilidad guiar las almas que acuden en su auxilio, pero dicho apoyo, debe brindarlo en perfecto estado de sobriedad, aclarando que puede tomarse todas las botellas de licor que quiera, con quien quiera, pero nunca abordar un vehículo sin medir consecuencias y eso no debe tener apoyo, sino reproche ciudadano.

Aquellos vecinos de la señora Socorro que se atrevieron a disculpar al sacerdote en las redes, no creo que sean tan hipócritas de saludar a la afectada y además preguntarle cómo sigue. Eso no es una obra de misericordia. Es una burla hacia una ciudadana que se preparaba a iniciar sus actividades y a la fecha no ha sido objeto de una justa reparación.

Las autoridades eclesiásticas a nivel nacional deben ser conocedoras de lo sucedido y responder como estipulan las leyes, llegando a una conciliación representada en dinero porque con frases de consuelo, no se hace mercado y por eso creo, que esta es una muestra clara de la indiferencia que se ha mantenido frente a la situación de la señora Socorro Báez.  

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