Unos lo hacen por costumbre de criticar todo y a todos; muchos por interés político; otros porque quieren estar a la moda; aquellos porque desean destacarse; el Centro Democrático porque tiene el vicio de despotricar a diestra y siniestra, a toda hora, por cualquier razón o sin razón, del presidente Juan Manuel Santos.
Cumplidos como son, lo que no dudo en alabar, los veinte voceros de CD ante el Senado se refieren al presidente de la República en cada una de las sesiones, todos para criticarlo por todo, como si el mandatario tuviera el arte de manejar cada cosa o el don de la ubicuidad para estar en todas partes al mismo tiempo, ordenando, disponiendo y solucionando. Pase lo que pase en Colombia, siempre y cuando sea malo y bochornoso, el responsable es el doctor Santos, con una notable excepción. Uno de ellos, por cierto un senador serio y juicioso, le echó la culpa de la desgracia de Mocoa a las Farc. De buenas estuvo el señor presidente.
Cada quien tiene su propia forma de hacer oposición, en este caso, persistente, irreflexiva, sistemática, irreverente y sin límites de ninguna especie. Hasta el punto de que el insulto es una forma que han adoptado para desacreditar al gobernante y ponerlo a los ojos de los colombianos como lo peor que ha ocurrido en materia de mal gobierno y corrupción. Aquí cabe el cuento del que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Por más que digan, que tergiversen y que insulten, no le podrán quitar al doctor Juan Manuel Santos que es el hombre de la paz, del cese al fuego bilateral que tantos beneficios ha brindado a los colombianos, que logró Acuerdos de reconciliación con las Farc como ninguno otro en medio siglo, que tuvo el coraje de aceptar la realidad de la guerra y la necesidad de acabarla. Por más que lo insulten, por más groserías que digan, por más rabia que tengan, no podrán echarle tierra a una realidad tan maravillosa como la paz que está logrando el presidente. Tiene en su haber un título extraordinario, sin igual, logrado en su propia tierra: el de ser la persona que ha evitado más muertes humanas en toda la historia del país. ¿Podrá existir condición más loable?
Por eso, principalmente, fue que le dieron el Premio Nobel de la Paz, que no podrán manchar con vocablos sucios e inmerecidos.
Los presidentes constitucionales no renuncian. Pedir la renuncia es un cuento que la oposición saca de cuando en cuando para llamar la atención de los medios de comunicación alborotadores, de los envenenados con la cicuta de los agravios a la primera figura nacional y de los incautos que no saben ni donde están parados. “Gústele al que le guste, cuéstele al que le cueste”, Juan Manuel Santos será presidente hasta el 7 de agosto del año entrante. Así de claro y así de fácil.