El caso de Odebrecht conlleva un peligro: que el señor Petro Urrego sea presidente.
Me explico: Este caso de corrupción está haciendo que los sectores políticos, llamados tradicionales, se hayan enfrascado en una pelea muy intensa, echándose culpas sobre quién recibió los billetes malditos.
En esa disputa, de disparos de lado a lado, hay un victorioso, que es el futuro candidato que, enarbolando la bandera “anticorrupción”, se puede meter por el medio de la balacera.
En este caso creo que será el señor Gustavo Petro, quien capitalizará la pelea que tiene hipotecados a los sectores tradicionales; él, Petro, un águila rapaz de la política, sabrá aprovecharse de la pelea del “establecimiento”: Vargas contra Santos, que está contra Uribe, que está contra aquél, y contra del de más allá.
El riesgo es que este señor, que ha probado ser un hábil (habilidoso) político se nos meta en la mitad de esta pelea, un poco provinciana, y se alce con la Presidencia.
No digo locuras: Petro está encabezando las encuestas, incluso por encima del popularísimo Vargas Lleras.
Le ha logrado hacer el quite a la destitución de la Procuraduría, lo que lo ha convertido más en víctima que en culpable. Ha logrado, también, convertir la sanción de la Contraloría (por varios miles de millones) en una persecución política en su contra, y no como la consecuencia, justa y legal, que se merece. En fin, ya lo vimos con los antitaurinos, cuando votó a favor la ley que permitía las corridas; ya lo vimos en contra de las banderillas, cuando no tuvo reparos en prenderle fuego al Palacio de Justicia.
Se mueve, pues, Petro de un lado a otro, mientras todos los demás se miran el obligo.
Nada más peligroso que el sujeto que está de acuerdo con todos, que un día es guerrillero, y al otro defiende su derecho a vivir en mansión a las afueras de Bogotá. Nada más peligroso que el sujeto que posa de impoluto.
Ahí vamos, muy colombianos nosotros, cavilando qué fue lo que pasó hace décadas, mientras el de la mitad va como un misil.
Unos despistados se preguntan qué pasó con Termo Río. Otros, en qué quedó el escándalo de Chambacú. Otros, nostálgicos, que por qué se disolvió la gran Colombia.
En fin, llorando sobre la leche derramada, cuando el de la mitad va abriendo camino. Lento, pero seguro. Seguro de su lentitud, que es como gana la tortuga a la libre en la fábula de Esopo.