El viernes tuve ocasión de entrar a la librería Luvina en el barrio la Macarena en Bogotá, para preguntar por algunos libros de los que se habla por estos días, dos de ellos publicados y otro que está por publicarse y del cual conocí una crítica literaria formidable. El primero, el del filósofo colombiano de la universidad Nacional Freddy Téllez, que hace más de 40 años vive entre Suiza y Francia y presentó el jueves “Individuo errante”, una novela que narra una historia de la búsqueda de la identidad desde el exilio. Profunda e interesante. El segundo, uno de nivel internacional, que acaba de ganar el premio Goncour, “Canción dulce”, un relato desgarrador de una familia con dos hijos, a quienes la vida los consume y contratan a una niñera que termina asesinando a los niños. El libro más leído en este momento en Europa. El tercero, una novedad nuestra muy próxima, el libro de Carlos Torres sobre la vida de la poeta Alejandra Pizarnik, del cual sabía que tenía un análisis literario que tuve la oportunidad de conocer. Muy bueno.
Hasta ahí, apenas una referencia rápida a ese mundo infinito y maravilloso de los libros porque en esa librería, tomando un tequila, se encontraba una mujer cuya actividad principal es la de ser traductora y su país de origen es Irán, aunque lleva varios años viviendo en Colombia. Por supuesto que el tema para departir con otro trago es la decisión del rey de Arabia Saudita de permitir por primera vez que las mujeres puedan conducir vehículos en su país. A nosotros nos suena el asunto como un rezago insólito en pleno siglo XXI. Para los árabes son prohibiciones que tienen que ver con su religión, que vienen de la ley Sharia que en un país como Arabia se extiende a que hoy en día exista la figura de los guardianes, que no le permite a una mujer por ejemplo trasladarse de un sitio a otro sin la compañía y autorización de un hombre.
Me llamó la atención algo más que nos comentaba Tiziana, a Carlos Torres, quien lucía nostálgicamente la camisa de su fallecido padre que ayer cumpliría años, y es descomunal la desigualdad en la que aún se basa el derecho penal en esos países. Si una mujer es violada, para probar frente a un juez la agresión de la que fue objeto y pueda obtener una reparación y condena del violador, debe tener a su favor mínimo 4 testigos porque de lo contrario, la sola versión de inocencia del denunciado es suficiente para que sea declarado libre de culpa. Entiendo que entre los países musulmanes existe una gran diferencia entre Arabia Saudita, Afganistán y por ejemplo en Irán en donde las mujeres ya han ganado más espacio. Como siempre sucede, en sociedades cerradas y con muchas desigualdades, hay personas valientes que desafían el sistema: hace algunos años en Cartagena escuché a una periodista libia que fundó una revista pornográfica en su país para desafiar el régimen. Fueron los comienzos de “La primavera árabe”.
A partir del conocimiento de estas realidades culturales que aún existen en algunos países árabes, aquellos que optan posiciones extremas y radicales, y que han decidido enfrentar el mundo occidental, es como se entiende la actual confrontación de civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo musulmán, por ejemplo el grupo terrorista ISIS ya anunció que como quiera que los árabes invadieron durante ocho siglos a España, ese territorio les pertenece y lo recuperarán a sangre y fuego. Es una de las grandes amenazas con las que convive el mundo.
Esa agresividad se manifiesta día a día; hace tres años iba en un metro en la ciudad de Paris, y fui testigo de una reacción violenta por parte de dos árabes que iban junto a un grupo de estudiantes franceses que se divertían, reían y tomaban fotos, y en algún momento uno de los árabes saco su cuchillo para intentar atacarlos porque creía que la fotos eran un irrespeto a Ala su Dios. Este es el mundo que vivimos hoy.