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El hombre de la voz de oro
Su vida, inicialmente, no le fue fácil. Fue un hombre que desde el comienzo se hizo a pulso.
Sábado, 16 de Abril de 2016

La voz del inmortal Édgar Perea jamás la volveremos a oír los colombianos. Su exclusiva y metalizada tonalidad narrativa le daba a la transmisión radial un encanto especial, que convertía en una emoción indescriptible, el relato que hacía de lo que estaba ocurriendo en una cancha de fútbol.

Ningún comentarista, en Colombia, ha podido expresar, en vivo y en directo, la alegría que él reflejaba cuando en sus manos tomaba un micrófono, para convertirlo en un simbolismo de gloria.

Con las pinceladas de un artista exclusivo, supo relatarnos, con una increíble precisión, las escenas maravillosas que ocurrían en la cancha: los penaltis en la final de la Copa Libertadores de 1989; el 5 a 0 de la Selección Colombia contra la Selección Argentina, en las eliminatorias del Mundial de 1994. Y el gol que hizo saltar de alegría a todo un país. El que Freddy Rincón le marcó a Alemania en el Mundial de 1990.

De sus 81 años de existencia, más de 50 los dedicó a narrar partidos de fútbol, béisbol, boxeo y ciclismo. En cada uno de ellos fue la estrella narrativa por excelencia.

Su vida, inicialmente, no le fue fácil. Fue un hombre que desde el comienzo se hizo a pulso.

Desde muy joven se inició relatando los partidos, en Barranquilla, de su equipo del alma el Junior, del que solía decir frecuentemente “Junior, es tu papa”.

También, durante casi 3 décadas fue la voz de los partidos de la selección colombiana de futbol. Fue, igualmente, uno de los presentadores de noticias deportivas, más admirado por los colombianos.

Pero su paso por este mundo no lo dedicó solamente al deporte. Su controversial existencia  tuvo, también, un destacado espacio en la política: fue senador, en 1998, candidato a la Alcaldía de Barranquilla, en 2003, y embajador en Sudáfrica, en 2008.

Luego de todo este periplo, decidió retornar, para satisfacción de sus seguidores, a los micrófonos.

Al igual que los más famosos abogados penalistas, que en el estrado supieron manejar los cuatro tonos de aliento de la audiencia pública, para pintar, con la elocuencia de sus palabras los momentos más interesante de la escena del crimen, Édgar Perea regaba con su voz la fértil grama de los estadios, cada vez que Dios, le permitía cantar un gol con su garganta.

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