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El Estado fallido de Venezuela: una democracia de papel
Lo que acaece en Venezuela lleva de forma inexorable a dos conclusiones importantes: la primera es que allí ya no existe una Constitución.
Viernes, 28 de Octubre de 2016

La situación política de Venezuela trae a colación la importancia de la concepción democrática-constitucional de los Estados modernos. Muchos juristas constitucionalistas encuentran en lo que sucede en dicho país, el caso emblemático y más complejo de la temática de la filosofía política y del Derecho Constitucional contemporáneo.

En efecto, son prolíficos los escritos en el mundo occidental sobre las soluciones reales para atender situaciones extremas de modelos políticos y jurídicos fallidos como el caso significativo de la Venezuela actual. Pensadores de la filosofía política y moral como Rawls, Nussbaum, Gewirth, entre muchos otros, han tratado desde distintas perspectivas interrogantes como: ¿cuándo se justifica política y moralmente una revolución popular?, ¿es la democracia un límite común y condición sine qua non de la existencia y entendimiento de los pueblos?, ¿cuáles razones y situaciones justifican que la comunidad internacional intervenga en un Estado?, ¿son los Derechos Humanos razones esenciales para una intervención económica, diplomática e incluso militar?, ¿es el derecho internacional o la práctica política de los Estados que conforman la comunidad internacional efectiva para atender este tipo de situaciones internas en un Estado?.

Estos interrogantes surgen todo el tiempo. Produce rabia, frustración e impotencia ver lo que sucede en Venezuela. La expectativa todos los años de que un cambio político y social llegue y haga surgir el país que muchos conocimos y que ahora añoramos por su grandeza moral, histórica y progresista sigue en espera latente.

Y es que leer noticias, hablar con los hermanos venezolanos de lo que allí sucede nos lleva a reflexionar mucho más: por qué la comunidad internacional no interviene militar y económicamente?; ¿seremos auspiciadores del régimen chavista-madurista por manejar una diplomacia institucional de respeto a la libre determinación de los pueblos y a la no intromisión en los asuntos internos de los Estados?; ¿debería Colombia rechazar con más contundencia lo que sucede en Venezuela sin importar las consecuencias y represalias impredecibles contra sus ciudadanos fronterizos por parte de un régimen tiránico sin base popular como el venezolano?, ¿y si el pueblo venezolano no es chavista-madurista por qué no se alza en revolución, declara el mal gobierno e impone un cambio constitucional y político de fondo?.

Creo que toda solución a la situación actual de Venezuela estaría compuesta por dos partes fundamentales: una ideológica, la cual reprocha el “comunismo o socialismo del siglo XXI” del régimen chavista el cual desacredita la izquierda democrática en cualquier parte del mundo.

Y otra humanitaria, la cual aboga por el respeto a mínimos democráticos, a la vigencia de la Constitución y a la garantía de los derechos humanos fundamentales como la libertad, la igualdad y el debido proceso.

Lo que acaece en Venezuela lleva de forma inexorable a dos conclusiones importantes: la primera es que allí ya no existe una Constitución.

“Los problemas constitucionales no son en principio, problemas de derecho sino de poder: la verdadera Constitución de un país solo reside en los factores reales y efectivos de poder que en ese país rigen, y las constituciones escritas no tienen valor ni son duraderas más que cuando dan expresión fiel a los factores de poder imperantes en la realidad social” (Ferdinand LaSalle).

La segunda nos indica que sólo el pueblo (mayoritario) que no se encuentra representado en la hoja de papel que implica la actual Constitución venezolana es el llamado a actualizar los reales factores del poder en un nuevo documento constitucional sin importar si sobre este se derramasen gotas de sangre de patriotas en ebullición. Esperemos que sea un pacto político y no el conflicto el medio de su expedición.

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