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El 21N
La respuesta del gobierno hasta el momento no es la más adecuada y se percibe aturdido, confundido e incapaz de comprender un mensaje claro y contundente de millones de colombianos que hablaron el 21N.
Domingo, 24 de Noviembre de 2019

Las enormes movilizaciones del jueves anterior en más de 500 municipios de Colombia, en las que millones de personas se expresaron democráticamente para hacer oír su indignación por muy diversas razones, no tienen antecedentes recientes en el país, no solo por la gran cantidad de gente que se volcó a las calles, sino porque se trató de una marcha ciudadana de la cual, como ya se ha dicho en estos días, no puede apropiarse ningún líder político, organización social o partido. 

Se trató de un sentimiento independiente y cívico de inconformidad por la manera como se gobierna al país, por las medidas oficiales en temas tributarios, laborales o pensionales, por la no implementación del acuerdo de paz y por el asesinato de líderes sociales e indígenas.

Fueron millones los que salieron a las calles de manera pacífica y alegre. 

Por ello, no se puede opacar la actitud civilista y democrática de la inmensa mayoría, por cuenta de la violencia desatada al finalizar las marchas en Bogotá o Cali por unos cuantos vándalos y delincuentes, que siempre están al acecho para generar caos y anarquía que al final buscan deslegitimar la participación ciudadana. 

El jueves se vivieron tres jornadas muy distintas. 

La primera, desde muy temprano y hasta las 4 de la tarde, en la que con total tranquilidad, sin agresiones, con mucha juventud, música y cultura en las calles, marchamos millones para ser escuchados por un gobierno que se encuentra atrapado por el ala radical de su partido. 

Un segundo momento, desde las 4 hasta las 7 de la noche, en el que se creó por elementos ajenos a las movilizaciones y a los organizadores de la protesta, un clima de violencia que todos debemos rechazar con contundencia y exigir un castigo ejemplar a los responsables. 

Y finalmente después de las 7pm, de manera espontánea, una maravillosa reacción ciudadana que comenzó en pleno Chapinero en Bogotá y se extendió a todo el país y todos los sectores sociales, con cacerolazos que expresaban rechazo al gobierno, a las políticas oficiales, pero también a los vándalos y a los excesos de algunos miembros de la policía nacional.

Más allá de las posiciones políticas y de los inaceptables actos violentos, nadie desconoce hoy la magnitud de la protesta y el gobierno nacional debe escuchar el clamor social y ciudadano. 

Quedarse en la expedición de normas de orden público para restringir derechos, en leyes secas o toques de queda en ciudades como Bogotá y Cali, es no entender lo que está sucediendo en Colombia y en el continente. 

Anunciar una “conversación nacional” con las personas y los temas que defina el Presidente, desconociendo a quienes convocaron la protesta, maestros, trabajadores, estudiantes, indígenas, defensores de la Paz, es simplemente arrogante y equivocado. 

La respuesta del gobierno hasta el momento no es la más adecuada y se percibe aturdido, confundido e incapaz de comprender un mensaje claro y contundente de millones de colombianos que hablaron el 21N, no del Foro de São Paulo o del Castrochavismo: el gobierno tiene que cambiar el rumbo que lleva y plantear reformas concretas que profundicen la lucha contra la desigualdad social, solucionen el creciente problema del desempleo y aceleren la implementación de la Paz en los territorios.

Si comprende que ya el espejo retrovisor no funciona tras 15 meses de gobierno, se libera de los radicales de su propio partido y abre una puerta al diálogo con la ciudadanía, Duque habrá aprovechado una gran oportunidad para reorientar el rumbo. Y seguramente logrará superar este difícil momento del país y de su administración con liderazgo y autocrítica. Si persiste en frenar la implementación de los acuerdos de paz, gobernar para un círculo cerrado y no para los colombianos y desoír el clamor ciudadano por cambios verdaderos para Colombia en la política, en la justicia y en la economía, el gobierno y su jefe continuarán profundizando una crisis que desafortunadamente afecta a todo el país. Es claro entonces que tras la histórica jornada del 21N el balón ha quedado en la cancha del jefe de estado... y hasta ahora los primeros toques no tienen ninguna efectividad ni profundidad.

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