La movilidad tiene dentro de sus componentes principales el peatón y debido a la recurrencia de un delito, los ciudadanos que por algún motivo transitan a pie por el Malecón, ponen su vida en riesgo de ser arrollados por vehículos, porque los dueños de lo ajeno, robaron otro kit de luminarias, desde la calle 15 con Avenida Los Libertadores, hasta el Puente Benito Hernández, más conocido como Puente San Rafael.
El 29 de julio por este medio se publicó la noticia: “Ladrones dejaron a oscuras un sector del Malecón”.
El delito, consistió en el robo de 30 lámparas con su respectivo cableado que servían de protección a los ciudadanos en horas nocturnas, cuando el follaje de los árboles o la reducida presencia de autoridad, servían de único acompañante.
El pasado 5 de diciembre, la historia se repite y además crece.
Tan solo entre el Puente Francisco Tronconis, llamado Puente de la Cero y el Puente San Rafael, de 72 luminarias que algún día existieron, tan solo quedaron 6 y debido a que se llevaron el cable, las mismas solo son adorno.
No pretendo juzgar ni señalar la responsabilidad que le pudiera asistir a uno u otro actor, pero me siento obligado a comentar tan delicado problema, cuyo único perjudicado es el ciudadano de a pie y no sería extraño que los “cacos” estuvieran planeando el robo de los tubos galvanizados, que fue lo único que dejaron.
Es bastante extraño, que suceda un robo y absolutamente nadie hubiese visto nada. Por el sector, se ubican conjuntos cerrados, locales comerciales y restaurantes.
Absolutamente todos, tienen contratada vigilancia privada día y noche.
Es entendible que estas personas tengan un alcance en sus actividades, pero eso no les quita la obligación que les asiste desde la óptica penal, de denunciar este tipo de delitos, toda vez que las lámparas fueron arrancadas de sus soportes y su hurto debió ejecutarse en etapas cortas.
Ahora, los vigilantes pueden argumentar que no son contratados para ser “sapos”, pero tampoco para ser chismosos y jueces de lo que sucede al interior de sus sitios de trabajo y sin embargo por lo general lo son, motivo por el cual, ese silencio es una muestra de la desconfianza para con nuestras autoridades, en especial, hacia la Policía Nacional.
Existen cuadrantes, patrullas, cámaras, motocicletas y demás elementos para proteger a los ciudadanos, pero infortunadamente la cosa queda en investigaciones y más investigaciones. Es injusto que, en una ciudad golpeada con todos los indicadores económicos, se deje la puerta abierta a los criminales, permitiendo que la delincuencia tenga más de tres kilómetros para seleccionar sus víctimas, en una de las vías más emblemáticas de la ciudad.
Pasaron seis meses y la empresa responsable del alumbrado público, al no ser la operadora de la concesión para el año 2018, difícilmente le podrá importar ese problema, pero creo que le asiste una obligación, independientemente de las investigaciones y más investigaciones. Mientras tanto nos preguntamos: ¿dónde están las lámparas?