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Cardiología sentimental 
En el corazón el tiempo crece en espirales, o en tangentes que tocan fugazmente la belleza, las sombras de la eternidad, el viento desplegado al infinito o el reflejo de dimensiones inmortales.
Lunes, 7 de Febrero de 2022

A mi hija María Angélica
 
El corazón es un vitral de espejos sentimentales, de lunas que pasean, de leyendas imaginarias y exóticas, de música, de poesía, de encantos que inspiran a la fantasía y a una intimidad maravillosa.

Porque es el hogar de la consciencia, la que sólo él conoce, la que se sembró en sus entrañas, en los pliegues secretos de su luz y por donde -a veces- se fuga a reposar en medio de las estrellas.

Y es un profeta que irriga sabiduría al dejar caer gajos de flores entre los surcos humildes de la inteligencia, con alas iguales a las de las mariposas cuando salen a merodear huellas de polen.
O un aventurero de imposibles que capta los rumores de los fantasmas e intuye la libertad invisible de la naturaleza para interpretarla, con el auxilio de auroras y crepúsculos mágicos.

En el corazón el tiempo crece en espirales, o en tangentes que tocan fugazmente la belleza, las sombras de la eternidad, el viento desplegado al infinito o el reflejo de dimensiones inmortales.

Y palpita anunciando la espiritualidad al otro corazón que existe dentro de él mismo, el que vive la delicia de estar más allá de las aristas de la realidad, en un mundo dadivoso en ilusiones.

Así, el universo lo ha acogido como un inmigrante del destino que se desliza en sus redes seductoras para bordar nostalgias, junto con sus sinónimos, el asombro, el silencio y la soledad.
 

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