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Candidatos por firmas: ¿fracaso de partidos o ruta a la democracia deliberativa?
Pese a las reformas institucionales por fortalecer la democracia partidista, los efectos de ahora dan cuenta que ese propósito no se logró. 
Sábado, 4 de Septiembre de 2021

 

El registrador Nacional ha anunciado hasta ahora la inscripción de más de 60 comités promotores para la recolección de firmas que avalen candidaturas al Senado y a la Cámara de Representantes, así como de 21 comités para el apoyo de aspiraciones a la Presidencia de la República. 

Aun cuando pese a ser conveniente, no existe prohibición de acompañar varias aspiraciones de estas a la vez - una firma no se le niega a ningún candidato -, si las aspiraciones presidenciales que hasta ahora formalizaron su intención de recurrir a las firmas logran su objetivo, tendrían que comprometer a cerca de 14 millones de ciudadanos, pues cada una tendrá que acreditar en diciembre, algo más de 650.000 apoyos. 

Tales circunstancias revelan a lo menos, desconfianza frente a la capacidad de los partidos políticos de convocar al electorado e interés por mostrar un origen cívico de las aspiraciones, libre del peso tradicional de las maquinarias. 

Pese a las reformas institucionales por fortalecer la democracia partidista, los efectos de ahora dan cuenta que ese propósito no se logró. 

Proliferación de candidaturas, inexistencia de mecanismos internos de selección democrática de candidatos en los partidos, muy difusa responsabilidad partidista en materia de plataformas ideológicas, poca efectividad de las normas para garantizar la oposición, concentración de poder en el Ejecutivo, ausencia de propuestas innovadoras de transformación social, son síntomas del momento por el que atraviesa la democracia en Colombia. 

Expectativa provoca además el proceso de participación para la elección el 28 de noviembre de los consejos locales de juventud. Una inscripción abierta de candidatos y una amplia participación de los jóvenes en el país, constituirían un gran avance para capitalizar la energía transformadora de esta generación que clama en las calles renovación, pero que así mismo tiene en sus manos potentes herramientas para lograrla, más allá de la protesta. 

Si a todo ello se le suma el ambiente de movilización y protesta social, la polarización ideológica de individuos y colectivos, el reclamo por el diálogo ciudadano y una imparable corrupción en la gestión de lo público, necesario es concluir que la sociedad se encuentra en una etapa de transformación, cuya ruta dependerá del compromiso ético de líderes y ciudadanos. 

En el contexto de descrédito de los partidos políticos, el reconocimiento por la Corte Constitucional de personería jurídica al Nuevo Liberalismo constituye el hecho político de mayor relevancia por estos días. Se abre una oportunidad inmensa a esa colectividad, no obstante, las enormes dificultades para la organización acelerada de un partido que, aunque cuenta con un pasado meritorio, aún tiene pendiente compartir un proyecto político para el futuro. 

Así mismo, se mantiene la expectativa por la inscripción del comité promotor que impulse una consulta popular de iniciativa ciudadana para definir las reformas sociales demandadas desde muchos sectores. Será este un fenómeno de altísima incidencia democrática, pues hará pensar y decidir al país, no solo en los nombres de quienes lo representen, sino en el norte ideológico que guíe las políticas sociales a futuro. 

Temas como la inclusión productiva de jóvenes y mujeres; el establecimiento de una renta básica como prestación de la protección social; reformas al sistema de salud para garantizar el acceso oportuno a los servicios; la productividad agropecuaria y el retorno al campo; el desarrollo basado en la bioeconomía, en un compromiso ambiental inclusivo y en el respeto a la diversidad étnica; la actualización de un sistema tributario más equitativo y la protección de la protesta pacífica, conforme criterios constitucionales, serían materias por someter a votación de los ciudadanos. 

Ojalá esta potente iniciativa avance, justamente en momentos en que el país tiene el reto de pasar de una democracia participativa a una deliberativa. 

El futuro del sistema político en Colombia depende de que las firmas que por estos tiempos se recaudan, se conviertan en ideas, en propuestas y en acciones de participación que derroten las fuerzas tradicionales del odio, el recelo y el egoísmo, y que impongan vientos de diálogo social y nuevos liderazgos. 

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