A los noventa años cumplidos el 11 de febrero, Antonio Cacua Prada se agacha y se le cae un libro. Ha escrito ¡140! Y el rancho ardiendo.
Santandereano de los pacíficos, se inició en El Siglo donde fue cronista, editorialista, reportero, columnista. Laureano y Álvaro Gómez, en quien le gustaría reencarnar, fueron sus tutores periodísticos.
Si del cuero salen las correas, el periodismo lo inspiró para ser biógrafo, diplomático en Guatemala y El Salvador, jurista, lingüista, conversador de varias charreteras, congresista, investigador, historiador, humanista, rector, miembro de las academias de historia y de la luenga lengua, catedrático.
El bogoteño Cacua ha vivido tanto y tan intensamente que sobrevivió a un naufragio en el mar Pacífico. Atribuyó el milagro al vecino veneco, el médico José Gregorio Hernández, a quien biografió en reciprocidad por mantenerlo en tierra firme.
También biografió a personajes como el cubano Manuel del Socorro Rodríguez, el italiano Oreste Sindici, Santander, el argentino José de San Martín, el chileno O’Higgins, el venezolano Andrés Bello, Mariano Ospina Rodríguez, Laureano Gómez, Germán Arciniegas, Otto Morales Benítez.
No se le quedó por fuera ni la ecuatoriana Manuelita Sáenz quien le colaba el aire al Libertador Simón Bolívar. Jura por las hormigas culonas de Santander que es el único biógrafo del primer embajador de Colombia en Washington, de cuyo nombre el señor Alzheimer me negó su nombre. Y faltan datos de muchos municipios…
De su amigo Morales Benítez tenía escritos quince volúmenes al momento de su muerte. Del hombre que era una carcajada escribió Cacua: “A comienzos de 1950 el doctor Otto y su familia sentaron sus reales en la capital del país. Desde entonces el doctor Otto usa el atavío de los clásicos centenaristas bogotanos: vestido de paño oscuro, chaleco, gabardina o abrigo, sombrero “Barbisio” de ala agachada y corta, paraguas Fox, y guantes de cabretilla. Si no fuera por su dejo greco -caldense y su amplia y sonora carcajada, ya inscrita en las marcas del libro Guinness, pasaría por un autentico cachaco”.
Un selecto club de audacias mayores de 75 años le celebró la juventud de su espléndida vejez. Whisky pa todas las mesas en el club El Nogal. No hubo cuota femenina en la velada en la que Cacua improvisó, actividad en la que es un hacha.
Si de la charla entre el papa Francisco y Gustavo Petro no hubo fotos, tampoco la posteridad tendrá retratos de la rumba del prolífico neononagenario.
El padre Diego Jaramillo, mandamás de la Fundación Minuto de Dios, quien lo conoce por dentro y por fuera, marcó tarjeta. Jaramillo es uno de los personajes inolvidables de Cacua.
También asistieron a la soplada de las noventa velas frailes importados de España, un obispo en servicio activo, varios generales de soles extinguidos, el jurista quindiano Horacio Gómez Aristizábal junto con otros prohombres de la derecha azul, su paisano Eduardo Durán y el caribe José Luis Díaz-Granados.
José Luis, poeta y novelista samario, describió a Cacua como un “humanista a carta cabal, amigo ejemplar como pocos y un devoto de las culturas de Colombia”.
El notario Eduardo Durán, escribió en el diario Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, del cual fue director y en el que el homenajeado ha publicado ensayos y columnas: “Ha sido uno de los más profundos investigadores del periodismo en Colombia, hasta el punto de haber publicado varios libros al respecto, y convertirse además en un referente obligado sobre el tema”.
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