Los modelos educativos que se han aplicado en Colombia están muy distantes de los de los países desarrollados de Norteamérica, Europa y Asia. Mientras que acá, saturan de asignaturas a los niños, adolescentes y jóvenes, en los otros, desde muy pequeños comienzan a perfilar las fortalezas de los alumnos y así encausan su formación para aprovechar o explotar sus aptitudes y talentos.
Mientras acá, los salones de clases se encuentran hacinados, con 30 o hasta 40 alumnos, allá, hay un docente por grupos muy pequeños o hasta personalizados.
Hoy, día del educador en Colombia, es la oportunidad para recordar y exaltar a los verdaderos maestros que dedicaron gran parte de sus vidas a orientar a sus discípulos y a ´exprimirles´ sus grandes condiciones para que más adelantes ellos se transformaran en destacados profesionales, o en el peor de los casos, en eficientes artesanos o trabajadores, así fuera en actividades modestas.
“Los verdaderos maestros deben convertirse en sicólogos naturales para que puedan bajarse al nivel de sus alumnos, de manera que los puedan entender y comprender”, insistía Miguel Ángel Velandia Epalza, el profesor de Fundamentos Pedagógicos , en la antigua Normal Francisco Fernández de Contreras.
El inolvidable pedagogo oriundo del municipio de Durania, Norte de Santander, le recomendaba a los alumnos que cuando se graduaran de educadores y fueran nombrados en cualquier municipio de la región, no se conformaran con dictar sus clases simplemente, es decir que no se encerraran en las cuatros paredes de las aulas de clases, sino que deberían actuar como los líderes en sus centros educativos, y en el plano general, en las veredas, corregimientos o municipios, para impulsar su desarrollo.
Muchos de sus pupilos, laboran en distintas partes del departamento y además de los que ya se retiraron, otros están a punto de pensionarse, y cuando ellos se despidan definitivamente de las escuelas y colegios, dejarán un gran vacío y generarán un impacto negativo en la educación de esta sección del país, porque los legados del profesor Velandia quedarán en el aire y sin nadie que los aplique.
La mayoría de los discípulos del director de la escuela anexa a la antigua Normal de varones, con seguridad que siguieron su línea pedagógica y a base de entrega y vocación, se dedicaron a conducir a sus niños y muchachos hacia el sendero de los valores humanos y el desarrollo de sus capacidades, con el cuidado y tolerancia del profesor indio Ram, que logró vencer la dislexia de su alumno Ishaan, hasta convertirlo en un brillante pintor, tal como se evidenció en la película “Una estrella del cielo en la tierra”.
A todos los que cumplieron , o que siguen cumpliendo con el sagrado compromiso de educar, formar y hasta transformar niños, adolescentes y muchachos en seres humanos íntegros y útiles en las sociedades donde viven y se desempeñan, un abrazo de reconocimiento o una voz de aliento para que continúen aportándole a Colombia, y para que sus beneficiados , algún día no muy lejano, reemplacen a los corruptos y parásitos, que tanto daño le han hecho a los colombianos.
Ya los maestros no tienen tan mala suerte que ni les quieren pagar, como reza uno de las estrofas de la icónica canción que compuso el músico guajiro Hernando Marín Lacotoure, “Los maestros”; ya no truecan el equivalente a sus salarios con cajas de aguardiente, como ocurrió, por lo menos en nuestro departamento; gracias a Dios reciben sueldos dignos y como resultado de las luchas sindicales muchos de ellos tienen derecho a una doble pensión.
Ojalá que los educadores veteranos que aún “llenan de tiza los tableros” y los nuevos que en cambio utilizan computadores, no repitan los pretextos de no regalar su tiempo para desarrollar actividades extracurriculares, porque según ellos, no hay que darle nada al gobierno (Estado).
Con ese tiempo regalado, ¿cuántos ´Ishaans´ se podrían rescatar de la ignorancia y cuántos Rams se requerirán para buscar más estrellas del cielo en la tierra, y de paso cambiar la vergonzosa y dolorosa historia de nuestra nación?