A partir del recién pasado 30 de enero, el lema dañino, que no se sabe quién lo inventó, de Ocaña, el otro planeta, pasará a la historia como una de las épocas más tristes y permisivas de la ciudad, que bien podría calificarse como el reinado de la anarquía, o la facilidad que tenían los jóvenes, con algunos veteranos, para hacer lo que les diera la gana.
Con la puesta en vigencia de la Ley 1801, del 29 de julio del 2016, o del Código de Policía o Convivencia Ciudadana, las autoridades civiles, con el respaldo de las policivas, contarán con las herramientas legales para frenar el caos, que durante varios años perturbaron nuestra tranquilidad y amenazaron nuestra integridad.
Ahora la administración municipal, a través de su Secretaría del Interior, no tendrá excusas para exigirles a los agentes del orden para que impidan los zafarranchos en los parques y plazuelas, donde se consumía licores, drogas, por parte de muchachos sin padres, al parecer, durante los fines de semana, y para cerrar sus escandalosos comportamientos, tenían relaciones sexuales al aire libre y convertían las puertas y paredes en baños públicos.
Desde este momento, los chicaneros, la tendrán complicada para desfilar por las calles céntricas, exhibiendo en sus lujosos carros los equipos de sonido que provocaron daños irreversibles en los oídos de varios transeúntes, o que causaron desvelos en los habitantes de los sectores cercanos a San Agustín, La Popa y San Francisco, por citar algunos pocos.
Parece que los perros callejeros no provocarán más espectáculos bochornosos en la Plaza 29 de Mayo, cuando expresen sus instintos de conservación de la especie, ni representarán un grave peligro, claro, los de razas finas, cuando sus irresponsables amos los saquen a caminar por las vías públicas, sin portar sus respectivos bozal es, o si insisten en evitar que defequen en sus casas.
Y por aquello del uso del suelo, los propietarios de locales deberán abstenerse de alquilarlos para que monten las cantinas, disfrazadas de estancos, en sitios residenciales, donde sus habitantes olvidaron lo que significa la tranquilidad y el sueño plácido.
Los peatones que transitan por las calles del barrio Las Llanadas, ahora sí podrán caminar por los andenes, que se convirtieron, desde hace mucho tiempo en talleres de motocicletas.
Aunque el nuevo Código de Policía se espera con desesperación en la ciudad, su aplicación será complicada en varios sectores centrales, donde los vendedores estacionarios y ambulantes se han apoderado del espacio público.
Y ni se diga lo que tendrán que hacer las autoridades en la zona aledaña al mercado local, en la que pululan los prostíbulos y las ollas, que impiden el transitar para los barrios vecinos , por la cantidad de prostitutas, alcohólicos y drogadictos, quienes generan durante las noches un ambientes de alta inseguridad.
Señora alcaldesa, señor comandante de la estación de Policía, en adelante no habrá excusas para recuperar el orden en la ciudad, es la gran oportunidad para iniciar en las escuelas y colegios una gran campaña de cultura ciudadana, de tal manera que de una manera real y efectiva, borremos el lema del tal otro planeta, donde muchos hicieron o pretendieron, lo que les daba la gana.