Incendio en la catedral de Notre Dame, quedando incólume la cruz enhiesta. Los gobiernos de EE.UU., Rusia, Venezuela y Colombia, cada uno a su modo, tratando de revivir la “Guerra Fría”. Un nuevo debate alrededor de la ideología de género suscitado por un conflicto en el Centro Andino. Son hechos que invitaron a reflexionar durante la Semana Santa. Pero el espacio solo permite hablar un poco sobre la institución familiar y la ideología de género.
¿Es que en dicho debate afloró nuevamente el tema de la crisis del matrimonio, entre cuyas causas cabe resaltar el oscurecimiento de la importancia de la familia como un hecho antropológico: fundada en el matrimonio, provee el ambiente idóneo para descubrir lo masculino y lo femenino, dos modos de ser que expresan la riqueza antropológica de lo humano.
Y aunque muchos hechos que observamos a diario nos inclinan al desánimo respecto a la superación de dicha crisis, al ampliar la mirada encontramos razones para no quedarnos así. Si hay una institución que ha sido resiliente a los embates de la historia o los vaivenes de los gobiernos, esa es precisamente la unión del hombre y de la mujer. Ninguna institución ha sido tan resistente a las guerras, a las crisis económicas, a la estrechez de la vivienda, al agobio de las hipotecas, a la legislación que la debilita, o a la banalidad de tantos programas televisivos que casi nunca destacan la importancia de la familia en la salud de la sociedad.
En fin…, los humanos reincidimos y seguimos emparejándonos en el matrimonio. La prueba es que todos hemos llegado hasta aquí gracias a una larguísima cadena de uniones de hombre y mujer que se remontan a los albores de la humanidad. ¿Por qué? ¿Por qué siempre, en todos los momentos de la historia y en todos los lugares de la Tierra ha habido matrimonio? ¿Qué es lo que ha puesto misteriosamente de acuerdo a gentes de culturas tan distantes y distintas para que el hombre busque a la mujer (o a veces ella a él), prometa quererla, tengan hijos y formen una familia? La respuesta salta a la vista: porque el matrimonio es un hecho antropológico esencialmente natural.
Por lo anterior se le puede augurar poco recorrido histórico a la ideología de género, el más sutil pero fuerte ataque contra la familia y el matrimonio en muchos siglos. Pero poco recorrido no quiere decir años, sino décadas. Quizás muchos no alcancemos a ver cómo se derrumba lo que el activismo LGTBI- acogido por “lo políticamente correcto”- ha venido construyendo mediante el “litigio estratégico”. Pero se puede prever que tiene menos futuro que el comunismo soviético que duró solo 75 años.
Porque igual que la dictadura soviética, la ideología de género no es natural al estar basada en una falacia biológica y antropológica; porque su empeño en borrar la diferencia entre varón y mujer es aún más quimérico que borrar la diferencia de clases sacrificando la libertad individual.