No fui su amigo. Porque trabajé en la Alcaldía de Manuel Salvador Alsina Carrascal me gané cierta animadversión. No compartí algunas de sus actuaciones políticas. Con ella hablé muy pocas veces.
Cuando murió en el fatídico accidente de tránsito en Puerto López en el 2002, lo lamenté y reconocí la gran pérdida para Ocaña y la región.
Si en el corto tiempo que fue representante a la Cámara y senadora, gestionó importantes logros para la ciudad y los municipios de la antigua provincia, como una seccional de Invías, sin ser capital, además de la inclusión en la zona de fronteras, si la parca no la hubiera arrebatado , seguramente que tendríamos un hospital con tercer nivel y más amplio locativamente.
Con el poder que había logrado Isabel Celis Yáñez a comienzos de este siglo en el Congreso, tendríamos una universidad independiente, variantes en Ábrego y Ocaña, para evitar el tránsito de tractocamiones por sus áreas urbanas, con el deterioro de calles y viviendas, y lo más importante, la muerte de personas en accidentes de tránsito.
Si la aguerrida y pujante villacarense no hubiera fallecido en carreteras del departamento del Meta, muy probablemente no tendríamos un aeropuerto inservible a nivel comercial y hasta el terminal aéreo Hacaritama, de Aguachica, estuviera funcionando con una pista de 1.800 metros, con vuelos nacionales y hasta internacionales.
El cariño por la tierra y su protagonismo político se hubiesen evidenciado en buenas carreteras para comunicarnos con Cúcuta, Bucaramanga, el centro del país y la Costa Atlántica, antes de la terrible decepción del tramo que nos correspondía en la ruta del Sol, con el escándalo de Odebrecht.
Con la exposición de las tantas necesidades que tiene Ocaña y los municipios vecinos, y ante la imposibilidad de que sean resueltas debido a la orfandad política que padecemos, parece que la única opción es conformarnos con lo que pudimos obtener y que lamentablemente se truncaron quizá por designios divinos, como podrían expresar los creyentes.
Dejando a un lado las cuestiones sobrenaturales y dándole paso a la ciencias sociales, habrá que emprender investigaciones con politólogos, sociólogos y hasta antropólogos, para hallar las causas del bajonazo político en la ciudad y la región.
Por qué, después de contar con seis congresistas entre representantes y senadores, nos quedamos con tan solo un parlamentario? Claro, hay que aceptar, ellos solo se preocupaban por conseguirles puestos a sus amigos, y casi nunca se unieron para exigir obras.
Las transformaciones electorales, la ‘extinción’ de líderes políticos y la corrupción, representada en los agentes que compran votos para los candidatos de Norte de Santander y de aspirantes de diferentes sectores del país, han dejado como consecuencias la desidia y abandono departamental y nacional.
Y aunque suene tonta la reflexión, si Isabel Celis Yáñez no hubiera muerto tan apresuradamente, Ocaña no estaría sumida en un retroceso tan preocupante, porque ella, con la carrera política que asumía, seguramente hubiera escalado las más altas responsabilidades en los planos legislativo y gubernamentales, y a través de ella, Ocaña y la región, hubieran resuelto muchos de los problemas o necesidades que nos afectan.
Reitero, pese a que tuve poca empatía y escasas relaciones amistosas con ella, reconozco que ¡Chava nos hace mucha falta!