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Colombia
‘Ménage à trois’ o diálogo
Debió ser por la distancia que nos separa de Noruega, pero el proceso de paz que adelantan el Gobierno y las Farc dejó la impresión de que tiene un invitado del que aún no es posible saber si es un tercero o el alter ego de las Farc.
Viernes, 19 de Octubre de 2012

Debió ser por la distancia que nos separa de Noruega, pero el proceso de paz que adelantan el Gobierno y las Farc dejó la impresión de que tiene un invitado del que aún no es posible saber si es un tercero o el alter ego de las Farc.

En teoría, según el papel firmado hace unas semanas, hay dos partes, el Gobierno y las Farc empeñados en adelantar un proceso que culmine con la paz. Pero, en la práctica, ayer se observó esa otra parte latosa, ofensiva, dura, hiriente, cernícalo pedante al que se le dio por ignorar todo lo pactado.

Es como si los guerrilleros sentados ante los periodistas —forzadamente informal, uno; con sardónico rostro oculto por inexplicables lentes oscuros, otro; ausentes, todos los demás— pertenecieran a otro país, a otra realidad, y como si en otro idioma y otro lenguaje hablaran de otro acuerdo, y en derroche de mala educación estuvieran poniendo a prueba la tolerancia del anfitrión.

El equipo del Gobierno fue impecable: sin salirse siquiera un ápice del acuerdo, su único vocero, Humberto de la Calle, fue ejemplo de ponderación, mesura, rigor analítico, seriedad, sindéresis, conocimiento y compromiso.

La otra parte, las Farc sensatas firmantes del acuerdo con el Gobierno, no estuvieron, y fue una gran lástima, porque perdieron la mejor oportunidad que han tenido para demostrarle a la Europa que las tolera, y al mundo, que en realidad están dispuestas a llegar a un acuerdo definitivo de paz.

Su lugar lo ocuparon otras personas, que oscilaron entre una tercera parte inocente de lo que sucedía y un otro yo guerrillero que rompía todas las convenciones y los acuerdos, en medio de un desbordado desfile de soberbia.

“No estamos acá para negociar”, dijo desde sus lentes oscuros a los periodistas un hombre a quien algunos llaman Seusis Pausivas Hernández y otros ‘Jesús Santrich’, y rió sarcástico y burlón, segundos después de que Luciano Marín Arango o ‘Iván Márquez’ ordenara leer el prólogo del acuerdo firmado con el gobierno.

Salvo que con esa actitud quedó en el ambiente la sensación de que, en realidad, el primer día del proceso de paz en Oslo no hubo, como se cree, dos partes en diálogo, sino tres: el gobierno, las Farc, y sus delegados, en una jornada que pareció más un ménage à trois inesperado que un diálogo acordado con antelación de meses.

Desde luego, ‘Santrich’ dijo la verdad. Ayer allí, él y los demás que parecían hablar a nombre de las Farc que firmaron el pacto, aprovechaban la ocasión para hablar a la galería, es decir, a los seguidores que aún les quedan, y enviarles un mensaje que hablara de la dureza, de la radicalidad y del rigor revolucionario de sus líderes; en síntesis, para afianzar el mando sobre ellos.

De todos modos, fueron episodios interesantes que, como lo reconoció el propio De la Calle, no sorprendieron al Gobierno, acostumbrado como todos los colombianos, a los desplantes de las Farc y a sus ‘santriches’ de ocasión.

Al final, la decepción de muchos colombianos con la rueda de prensa de las Farc fue enorme, pero creemos que insuficiente para llevar al traste la mejor oportunidad que ha tenido nunca  la paz en Colombia.

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