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Carteles de verdad
~Primero fue con los pañales… Ahora, con el papel higiénico. Los productores, entre ellos poderosas compañías multinacionales, se pusieron de acuerdo durante los últimos 15 años para fijar los precios mínimos y máximos de sus productos, en una aberrante e ilegal práctica llamada cartelización, que impide la libre competencia y perjudica siempre al consumidor.~
Martes, 25 de Noviembre de 2014
~Primero fue con los pañales… Ahora, con el papel higiénico. Los productores, entre ellos poderosas compañías multinacionales, se pusieron de acuerdo durante los últimos 15 años para fijar los precios mínimos y máximos de sus productos, en una aberrante e ilegal práctica llamada cartelización, que impide la libre competencia y perjudica siempre al consumidor.~ Primero fue con los pañales… Ahora, con el papel higiénico. Los productores, entre ellos poderosas compañías multinacionales, se pusieron de acuerdo durante los últimos 15 años para fijar los precios mínimos y máximos de sus productos, en una aberrante e ilegal práctica llamada cartelización, que impide la libre competencia y perjudica siempre al consumidor.

En ambo casos, el de los pañales y el del papel higiénico, la Superintendencia de Industria y Comercio acumuló suficientes pruebas sólidas como para someter a proceso a los responsables, ejecutivos de compañías encabezados por directivos de Familia y de Kimberly, e imponerles muy duras sanciones.

El hecho de que el Estado haya descubierto y castigado las prácticas de Tecnosur-Tecnoquímicas, Familia, Kimberley, Drypers, Papeles Nacionales y Cartones y Papeles Risaralda, no significa que esas firmas hayan hecho parte del único cartel en el mercado colombiano. La cartelización siempre ha sido un atractivo para las empresas, que evitan así competir y que otra empresa las aventaje.

Ponerse de acuerdo en asuntos de precios, distribución, tamaños, empaques y, en casos, cantidad y calidad, es más fácil que correr el riesgo de salir en busca de clientes y no encontrarlos, porque el competidor los hizo suyos con mejor calidad, menores precios y otros beneficios. Así que, para bien de quienes fabrican el papel higiénico, lo mejor es hacer todos los mismos productos y venderlos todos a los mismos precios.

Desde luego, eso es corrupción. Pero en un país donde los valores se trastrocaron hace años ya por razón del afán de enriquecimiento rápido, aunque ilícito, y donde lo importante es lograr el objetivo, sin importar cómo, ¿qué tiene de extraño que fabricantes de cosas se pongan de acuerdo en cómo sacarle el dinero a la gente sin que se dé cuenta, sólo porque hay que satisfacer una necesidad tan perentoria como las relacionadas con el papel higiénico o los pañales?

Que todo eso huela bastante feo no es por razón de los pañales o el papel, es solo consecuencia marginal de la manera como muchos empresarios conciben los negocios: ganar dinero por encima de cualquiera otra consideración, y ganar mucho, todo el que se pueda. Si no es así, no valen la pena los negocios…

El daño causado durante 14 años de cartel en torno de los pañales fue valuado en 635 mil millones de pesos. El derivado del negocio sucio del papel higiénico podría ser mayor, si se tiene en cuenta que unos 35 millones de colombianos lo consumen todos los días.

Realizar actividades de cartel es, ni más ni menos, imitar a los delincuentes que se asocian para cometer asaltos u homicidios u otras violaciones al derecho penal. Y la conducta de los poderosos empresarios es la misma que la de sus homólogos callejeros: evitan hundirse mientras empujan a sus socios al abismo y llegan a acuerdos con la Justicia para que les den trato benévolo a cambio de acusar a sus cómplices.

Es muy probable, como lo pregonan, que nuestras escuelas de negocios sean muy buenas para formar a los hombres de negocios. Pero, por los resultados, todas esas personas que han pasado por esas escuelas, han perdido irremediablemente la principal de las materias: la de ética, algo en lo que también están fallando los profesionales de otras disciplinas.

Pero, en el caso de los papeleros, que en dos oportunidades han hecho trampa, todos parecen estar hechos de la misma catadura de aquél descarado que, sin sonrojarse, pregonaba que en Colombia la única moral que conocía era la mata de mora.

Y, por lo que vemos, pareciera que la realidad fuera esa…
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