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¡Basta ya!
Quien resulte elegido alcalde (¿o alcaldesa?) de Cúcuta en octubre, deberá liderar por cuatro años un proceso comunitario de transformación social, económica y ambiental, disminuyendo la desigualdad, inequidad, pobreza e inestabilidad en las condiciones de vida de los cucuteños, bajo los principios universales de hombres libres y de buenas costumbres.
Domingo, 1 de Febrero de 2015
Quien resulte elegido alcalde (¿o alcaldesa?) de Cúcuta en octubre, deberá liderar por cuatro años un proceso comunitario de transformación social, económica y ambiental, disminuyendo la desigualdad, inequidad, pobreza e inestabilidad en las condiciones de vida de los cucuteños, bajo los principios universales de hombres libres y de buenas costumbres.

Su elección no podrá seguir siendo indiferente, resultado de engaños a electores de buena fe ni por la capacidad de compra de votos con dineros provenientes de empresarios electorales con recursos de origen delictuoso que continuarán enriqueciéndolos, esquilmando los dineros y el patrimonio públicos aportados con esfuerzo por los contribuyentes.

El nuevo alcalde deberá ser elegido por su reconocida honestidad personal y familiar, con base a ideales y propuestas válidas de mejoramiento y beneficio colectivo, -  jamás, personales - , resultado del consenso ciudadano y de la capacidad de interpretación del sentimiento popular que lo viabilizan su formación y experiencia profesionales, como su acendrado compromiso con la ciudad y sus habitantes.  

Deberá tener capacidad para conformar un calificado equipo de trabajo que lidere el cambio requerido, motivando a los ciudadanos hacia el logro de metas viables de interés general.

Con equidad de género y vinculando idóneos, responsables y visionarios jóvenes profesionales, deberían participar activamente en el liderazgo local para obtener el pronto cambio y transformación que exige la ciudad.   

También deberían ser beneficiarios principales de políticas e incentivos públicos que faciliten su especialización e inserción en el emprendimiento y el mercado laboral.  

Con urgencia requerimos diversificar e incrementar ingresos y salarios, apoyando a micros, medianos y grandes empresarios que generen riqueza para trascender en bienestar, progreso y competitividad a nuestras comunidades, devolviendo la esperanza a sus residentes.

Debemos ser gestores de nuestro propio desarrollo y el nuevo alcalde deberá propagar fidelidad por las buenas prácticas y estimular la participación ciudadana para reducir la violencia, generando pertenencia con Cúcuta.

Deberá propiciar la formulación de proyectos de presupuesto participativo que incluyan también pequeñas obras de rápida culminación y todas contengan valor económico, social y ambiental, generando inmediato impacto de cultura ciudadana con efectos cualitativos (personas y familias beneficiadas) y cuantitativos (recursos) en su ejecución, las cuales deberán tener efectiva veeduría ciudadana y control fiscal.

Al mejoramiento sustancial de la educación escolar y superior y a la realización de proyectos urbanos integrales en vivienda, espacio público, movilidad, medio ambiente, equipamiento, innovación y tecnología, seguridad y convivencia donde los indicadores de desarrollo humano así lo determinen debe dirigirse la gestión del alcalde, concertando también la actividad efectiva de institutos descentralizados  nacionales y departamentales en el municipio.

El agravamiento en la actividad política, social y económica de Venezuela y las dificultades  fiscales por la disminución imprevista y abrupta del precio del petróleo nacional, exigen ajustes de estrategia, ruta y de objetivos de nuestra ciudad.

La situación actual y futura de Cúcuta y el Norte de Santander no permiten más corrupción, improvisaciones ni equivocaciones en la elección de algunos de sus gobernantes, que han resultado costosas en recursos, irreparables en tiempo y en pésimo ejemplo.   Entre todos podemos transformar nuestra ciudad.  ¡Basta ya!
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