Sábado, 12 de Julio de 2014
Las capitales de las principales ciudades de Colombia y del mundo entero evidencian su preocupación por la movilidad y para ello definen interesantes estrategias que parten desde una excelente señalización hasta la impecable presentación de las personas encargadas del control del flujo vehicular.
Hace algún tiempo, la Secretaría de Tránsito era ocupada por una persona que nombraba el alcalde de turno y por lo general era un Abogado, que a pesar de conocer sobre leyes, su inexperiencia en el tema tanto de transporte como de tránsito los hacía pasar ratos amargos porque su grupo de colaboradores estaba compuesto por los líderes de los barrios con escaso bachillerato aprobado y el único cargo que podían ocupar era de “agentes de tránsito”.
Los puestos eran repartidos entre los grupos políticos tanto del alcalde como de los concejales y por eso las maniobras para disfrutar los vacíos de la ley eran el pan de cada día. Sus ropas daban verdadera lástima si tenemos en cuenta que la dotación era de dos o tres uniformes por año, frente a condiciones climáticas extremas. Un pito era la única herramienta para controlar la desordenada movilidad creciendo todos los días con la informalidad.
Dos décadas después lo único que ha cambiado es el uniforme de estas personas porque se señalización nada, de formación académica poco y de implementos ni hablar puesto que además del pito ahora usan bolillo.
Es increíble que una ciudad capital fronteriza esté atendida por bachilleres o auxiliares para controlar el flujo vehicular en horas nocturnas sin las mínimas herramientas tales como guantes y chalecos reflectivos, linternas, señales luminosas de advertencia y otros elementos que por lo menos permitan que los conductores divisen la autoridad.
A escasos treinta metros del Comando de Policía en la glorieta de San Mateo eventualmente hace presencia entre seis y siete y media de la noche un auxiliar que con mucha dificultad y permanente riesgo trata de controlar el inmenso grupo de vehículos con destino al oriente de ciudad, pero es tan pobre su equipo de prevención y señalización que debe estar atento a las torpezas y abusos que comenten conductores de motocicleta y de servicio público considerados a mi modo de ver los dueños de la ciudad.
El Secretario de Tránsito debe apoyar lo pertinente toda vez que el destino del dinero de las multas no debe entrar en las arcas de municipio así el mismo se encuentre en saneamiento fiscal. Los recursos de las multas son de destinación específica y no del capricho del Tesorero ni del Secretario y por eso no entiendo por qué aún estamos en 1994.
Hace algún tiempo, la Secretaría de Tránsito era ocupada por una persona que nombraba el alcalde de turno y por lo general era un Abogado, que a pesar de conocer sobre leyes, su inexperiencia en el tema tanto de transporte como de tránsito los hacía pasar ratos amargos porque su grupo de colaboradores estaba compuesto por los líderes de los barrios con escaso bachillerato aprobado y el único cargo que podían ocupar era de “agentes de tránsito”.
Los puestos eran repartidos entre los grupos políticos tanto del alcalde como de los concejales y por eso las maniobras para disfrutar los vacíos de la ley eran el pan de cada día. Sus ropas daban verdadera lástima si tenemos en cuenta que la dotación era de dos o tres uniformes por año, frente a condiciones climáticas extremas. Un pito era la única herramienta para controlar la desordenada movilidad creciendo todos los días con la informalidad.
Dos décadas después lo único que ha cambiado es el uniforme de estas personas porque se señalización nada, de formación académica poco y de implementos ni hablar puesto que además del pito ahora usan bolillo.
Es increíble que una ciudad capital fronteriza esté atendida por bachilleres o auxiliares para controlar el flujo vehicular en horas nocturnas sin las mínimas herramientas tales como guantes y chalecos reflectivos, linternas, señales luminosas de advertencia y otros elementos que por lo menos permitan que los conductores divisen la autoridad.
A escasos treinta metros del Comando de Policía en la glorieta de San Mateo eventualmente hace presencia entre seis y siete y media de la noche un auxiliar que con mucha dificultad y permanente riesgo trata de controlar el inmenso grupo de vehículos con destino al oriente de ciudad, pero es tan pobre su equipo de prevención y señalización que debe estar atento a las torpezas y abusos que comenten conductores de motocicleta y de servicio público considerados a mi modo de ver los dueños de la ciudad.
El Secretario de Tránsito debe apoyar lo pertinente toda vez que el destino del dinero de las multas no debe entrar en las arcas de municipio así el mismo se encuentre en saneamiento fiscal. Los recursos de las multas son de destinación específica y no del capricho del Tesorero ni del Secretario y por eso no entiendo por qué aún estamos en 1994.