Pumalín y Liquiñe, dos cóndores andinos de menos de dos años y en peligro de extinción, fueron liberados en el Parque Nacional Patagonia para agregar sangre nueva a la ya abundante vida salvaje de esta reserva en el extremo austral de Chile.
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Salieron de una jaula de aclimatación instalada al borde de un risco en medio del valle patagónico. Desplegaron sus alas de 2,7 metros de envergadura, caminaron hasta la cornisa y emprendieron vuelo, de nuevo libres tras ser rescatados 14 meses atrás.
"Volver a la vida silvestre es un desafío enorme", dice Cristian Saucedo, de 48 años, director del programa de vida silvestre de la Fundación Rewilding Chile, el legado del fallecido filántropo estadounidense, Douglas Tompkins.
El millonario y ecologista Tompkins en 1990 compró y luego donó a Chile y Argentina 8.000 km² de terrenos para que los respectivos países perpetuasen la tarea de conservación tras su muerte en 2015 cuando hacía kayak en el lago General Carrera en el sur de Chile.
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La liberación finaliza una etapa de dos meses desde que las aves llegaron como parte de su proceso de rehabilitación y ahora serán monitoreados a través de los transmisores de geolocalización y radio que fueron implantados en sus alas.
"Lo que estamos haciendo es reforzar y que vuelvan a cumplir su rol de carroñeros en el ecosistema patagónico", señala Saucedo.
Volar de nuevo
Pumalín -macho- y Liquiñe -hembra- fueron encontrados hace año y medio. El macho no podía volar y la hembra debía ser rehabilitada por segunda vez. El primero fue encontrado "tras una tormenta con fuerte lluvia" y "empapado con signos de enfriamiento". La segunda tuvo una "liberación fallida" y tras varios meses en libertad fue rescatada de nuevo, explica Saucedo, quien junto a su equipo alimentó y cuidó a ambos ejemplares en la última fase de un proceso de año y medio.
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En la jaula, frente a las imponentes montañas patagónicas, y con la vista del valle forjado por el paso del río Chacabuco, apenas quedan pequeños pedazos de cadáveres animales tras su liberación.
Ya planean sobre los escarpados picos que limitan el Parque Nacional Patagonia, conformado por las reservas Tamango y Jeinimeni, y el valle Chacabuco, sector donado al Estado de Chile, y que antiguamente era una de las estancias ganaderas más grandes del país. Alberga el 70% de los ejemplares de cóndor en Chile y el núcleo más grande se Sudamérica.
La especie se distribuye por la cordillera de Los Andes, principalmente en Chile, Argentina y Perú, pero también en Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela.
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Tendrán que volver a “aprender los códigos de la sociedad de los cóndores”, dice Saucedo, quien augura buena vida salvaje a Pumalín y Liquiñe como parte de la cadena trófica de este hábitat.
"Vulnerable" a la extinción
Para el gran núcleo de cóndores que vive en el parque natural los restos de animales muertos son la principal fuente de alimento, aunque siempre es dura en estos lares extremos.
El cóndor andino se encuentra en la categoría "vulnerable" de extinción en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
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“La mayor amenaza son los cebos tóxicos con los que una persona envenena a un animal, para eliminar al puma o al perro (asilvestrados) que se están comiendo su ganado y cuando llegan los cóndores se mueren de a 30 porque los cóndores comen todos juntos”, explica Dominic Durán, de 44 años, directora ejecutiva Proyecto Manku por la conservación del cóndor andino en Chile.
También la caza directa, los vertederos mal gestionados y la falta de alimentos, principalmente guanacos, que se han reducido en Sudamérica hasta el 1% de los 50 millones que se llegaron a datar.
“La liberación del cóndor es una nueva esperanza para la humanidad, a ver si hacemos las cosas bien”, destaca Durán.
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