El 17 de agosto, un muchacho del barrio Sevilla toreará en la Plaza de Las Ventas. Sueña con que sea el paso definitivo a su alternativa. Desde Madrid, cuenta su historia.
Juan Viriato’ se sienta en una calle junto a Las Ventas, como si hubiera escogido el sitio a propósito. Sueña con ser profeta en España.
Sus primeros recuerdos vuelan a Cúcuta, al barrio Sevilla natal, a su padre hecho un Sansón en medio de bloques de cemento, a su madre (fallecida) y a sus siete hermanos. Tiene 27 años. Sabe que no son pocos, pero otros encontraron el triunfo cuando les habían pronosticado el final.
Tiene la misma esperanza de cuando pasaba las duras en el Andrés Bello, el instituto donde garrapateó las primeras letras.
¿Cómo entra a los toros, mientras se divertía con los Simpson y el Chavo del ocho?
De pequeño iba a los toros en Cúcuta. Me metía por el patio de cuadrillas. Eran los tiempos de Gitanillo de América. No soñaba con ser torero. Eso vino luego, en Bogotá. Me colaba. Tenía catorce años, pero sabía lo que era ganarme la vida desde los doce.
¿Quién resulta decisivo para que termine obsesionándose por los toros?
Un cuñado banderillero, Omar Díaz. Tener cerca los vestidos de torear me sedujo…Él madrugaba a entrenar y yo me le puse a la pata. Vivíamos en Soacha. Cuando se acabó la temporada, él se dedicó a otras cosas y mi hermana me dijo, si quiere ser torero tiene que ir a la Santamaría. Fui y comencé a hacerlo, no pertenecía a ninguna escuela.
Siempre hay una primera vez, ¿Cuándo se pone delante de una becerra?
En un festival con vacas toreadas que organizó el banderillero Manolo Orduz. Me anunciaron en el cartel: Juan Carlos Salazar ‘Sevilla’. Era una placita de armar, por Siberia, en las afueras de Bogotá.
¿Y la siguiente vez cuándo fue?
Entrenábamos en La Santamaría, cuando se acercó alguien. Era un carnicero, vivía de eso y nos pidió nociones para torear. Días después estábamos en una finca donde nos ofreció torear reses bravas a cambio de ser nuestro alumno. Nunca supimos de dónde sacaba los toros. Eso sí, había que ir a caballo por ellos monte adentro.
¿Le gustó a usted esa aventura?
Sí. Volví por mi cuenta… me dijeron que había que ir por los toros, que si yo sabía montar a caballo. Mentí, dije que era un experto y el animal se desbocó. Casi me mato. Y casi me mata mi hermana cuando le conté.
¿Cuál es la tarde en la que realmente se estrena con público?
Fue en Duitama, en la plaza César Rincón, en 2006. Alterné con Juan Solanilla y El Rolo de Jerez, español. Me fue muy bien. Fallé con la espada, hubiera cortado las orejas.
Fue su primera vez con un vestido de torear. ¿De dónde lo sacó?
Había estado en un tentadero en casa de César Rincón, donde estuvo una peña taurina de Estados Unidos. Gonzalo Rincón, padre de César, comentó que yo no tenía traje para torear y ellos hicieron una colecta para uno. El dinero no fue suficiente. Gustavo García ‘Jeringa’ me regaló uno verde y plata. Lo arreglaron y ajustaron a mi medida con ese dinero.
¿Cómo conoció a Gonzalo Rincón, su propulsor y apoderado?
En un tentadero en Icuasuco. Me contaron que estaría el Maestro y me ilusióné. Las cosas funcionaron. Nunca olvido las palabras de Rincón a un ganadero: “mira, Darío, este sí sabe torear”. Ahí surgió la relación con su padre.
¿Cuándo abandona el nombre de ‘Sevilla’ y usa el de ‘Viriato’?
A principio de 2010, César Rincón me dice que hay varios ‘Sevilla’ y propone ‘Viriato’, en honor al líder lusitanos que enfrentó la expansión de Roma en Hispania. Me gustó. Ahora soy ‘Juan Viriato’, mi nombre de pila es Juan Carlos Salazar Montañez.
¿Cómo termina en España?
Me embarqué hace cuatro años para esta aventura. Llegué a El Torreón, la finca del maestro Rincón, para estar cerca del toro bravo, mentalizarme y acostumbrarme a su gran tamaño. Comencé con el pie derecho en Navahondilla. Corté oreja y dos orejas y rabo. Vinieron más pueblos: Villa De Monbeltrán, dos orejas y oreja; Berlanga de Duero, dos orejas; Pioz, oreja; Torrelaguna, oreja; Higuera de las Dueñas, tres orejas y rabo; Pedraza, dos orejas; Yebra, dos orejas; Navalmorales, y otros…
Pero también pagó la cuota de dolor…
Mi bautizo de sangre fue en Huertas del Rey. Una cornada de doce centímetros en el muslo derecho. No me detuve y le corté al toro una oreja y me dieron el trofeo de la feria, el Pino de Plata.
¿Cómo ha sido la experiencia de torear en Las Ventas?
He actuado tres tardes y la del 17 de agosto será la cuarta. La primera fue el 8 de julio de 2012. Acababa de asistir al sepelio de mi madre en Colombia. Solo pude torear uno de los dos, el primero me hirió de mucha gravedad. La trayectoria fue de 25 centímetros. El pitón me atravesó el mulso. Veinte días después regresé. Aún tenía fiebre y mucho dolor. No me podía negar. Los toros fueron muy difíciles y salir indemne fue un triunfo.
¿Y la tercera?
Fue el 30 de junio del año pasado. ‘Faltó intensidad en las embestidas de sus novillos para que sus buenas maneras trascendieran’, dijo la crítica.
Ahora está en otras manos…
Estoy en el Centro Internacional de Tauromaquia y Alto Rendimiento, en Fuentelencina, donde me preparo física y mentalmente. Tengo este reto de volver a Las Ventas.
¿Cuál es el cartel de su regreso a Las Ventas?
Alternaré con los españoles Fran Gómez y José Antonio Carreiro.