El 23 de enero de 1958, el general Marcos Pérez Jiménez, su familia y colaboradores más cercanos, abandonaron Caracas con rumbo a República Dominicana, poniendo fin así a 10 años de dictadura militar. Con su salida del país, Venezuela entró en una era democrática que, hasta 1998, cuando irrumpió Hugo Chávez en la escena política, había significado casi una refundación de ese país.
Por eso, no fue casualidad que Juan Guaidó escogiera esta fecha para autoproclamarse como presidente encargado, apenas 18 días después de haber asumido las riendas de la Asamblea Nacional venezolana. Ingeniero industrial de profesión, ese día Guaidó se alzó como el líder que por fin logró lo que la oposición en más de 20 años de chavismo no había logrado: unión y reconocimiento internacional. Actualmente, más de 50 países le reconocen como presidente encargado.
Sin embargo, el país que recibe cerrará el 2019 con una inflación cercana a 10.000.000% según estimaciones del Fondo Monetario Internacional; atraviesa un desabastecimiento de alimentos, medicinas, agua, electricidad y combustible.
Vive uno de sus peores momentos de producción petrolera, con una industria paralizada e incapaz de producir más allá de la cuota que debe a sus principales acreedores: Rusia y China. Y, quizás lo más desalentador, está profundamente desencantado de la democracia.
A pesar de este panorama, Venezuela sigue siendo un país sumamente atractivo por su riqueza mineral y petrolera. La nación suramericana no solo cuenta con la mayor reserva de crudo del planeta en la llamada Faja del Orinoco, sino que también es rica en diamantes, oro, coltán, hierro, níquel, bauxita, mármol, carbón, gratino, fosfatos, feldespatos, muchos de estos empleados en la fabricación de artefactos de alta tecnología. Esa riqueza ha hecho que su futuro político y económico se haya vuelto interesante para potencias como Rusia y China, dos naciones que han hecho millonarias inversiones en territorio venezolano durante los últimos años.
Esa presencia, sin embargo, es considerada peligrosa y altamente desestabilizadora para Estados Unidos –otra potencia con intereses en el país vecino– y para Colombia, dentro de la geopolítica internacional. Las dos potencias de oriente no solo vienen detrás de la riqueza sino también de lo que significaría, económicamente hablando, una eventual reconstrucción del país tras la caída del régimen de Nicolás Maduro.
Bajo este panorama, los tres actores políticos más importantes que están en juego (el oficialismo, la oposición y las fuerzas armadas), parecen estar apuntando en direcciones contrarias, alineándose únicamente en la necesidad que tienen de ganar más tiempo.
1. El oficialismo
Es el principal interesado en que las cosas se estanquen de tal manera que todo se mantenga en esa caótica normalidad a la que los venezolanos parecieran haberse acostumbrado.
Ronald Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, sostiene que los venezolanos han demostrado una capacidad de resiliencia pocas veces vista en la historia.
“Nadie esperaba que la situación en Venezuela se deteriorara tan rápido, ni que los venezolanos pudieran resistir tanto ante las múltiples adversidades que se les han presentado”, sostuvo.
En ese sentido, agregó que Nicolás Maduro está dispuesto a sacrificar a su pueblo, con tal de sostenerse en el poder, “porque la lógica del oficialismo es la de incluso aplicar una política de ‘tierra arrasada’, es decir, acabar con todo para que su enemigo, en este caso la oposición, no pueda gobernar en caso tal de llegar al poder”.
Alejandro Linares Mendoza, periodista y analista político venezolano, indicó que el oficialismo se encuentra contra las cuerdas, resistiendo un bloqueo cada vez más grande a nivel internacional y una asfixia económica que lo ha obligado a buscar mercados no convencionales con tal de generar divisas.
“Y actuando así, bajo esa presión cada vez más fuerte, las decisiones que tome serán más radicales contra el pueblo que, lastimosamente, ha demostrado una capacidad casi absurda de aguantar los peores escenarios”.
Bajo este convulsionado panorama, Rusia y China aparecen como las dos grandes potencias capaces de brindarle oxígeno a un régimen cada vez más cercado, pero también cada vez más capaz de sortear las adversidades que se le presentan.
“Rusia está jugando a la disuasión, a ‘mostrar los dientes’ para obligar a Estados Unidos a negociar, en un futuro, sus posiciones dentro del ajedrez político internacional”, afirmó Henry Cancelado Franco, analista internacional colombiano.
En ese sentido, Rusia solo estaría buscando que el gobierno de Donald Trump se siente con él a negociar su participación dentro de la reconstrucción de Venezuela y su salida de los países que son claves dentro de su estrategia geopolítica.
“Rusia le va a decir a Estados Unidos, ‘nosotros nos salimos de Venezuela, pero ustedes se salen de Ucrania, Crimea, Siria…’, que son los países en los cuales tiene intereses más directos y que están más próximos a su frontera”, agregó Cancelado.
Ronald Rodríguez, por su parte, aleja de tajo la posibilidad de que un enfrentamiento con participación rusa se pueda dar en el vecino país.
“Moscú está muy lejos de Caracas y Rusia no tiene la capacidad económica para sostener una presencia militar permanente en Venezuela. Su participación allí es más a nivel de asistencia técnica tras la compra del armamento que el régimen ha hecho al Kremlin”, sostuvo el investigador.
Así mismo piensa Rocío San Miguel, presidenta de la oenegé Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional.
“Rusia ha invertido muchísimo dinero en Venezuela los últimos 15 años y no está dispuesto a perderlo. Sin embargo, tampoco pretende participar de una guerra tan lejos de sus fronteras, pues no está en capacidad, menos con un conflicto en Siria que le está exigiendo tantos recursos”, subrayó.
¿Y China? Los analistas consultados coinciden en afirmar que el gigante asiático solo tiene intereses económicos en todo este problema y, en ese sentido, negocia con el bando que más se ajuste a sus pretensiones. Así las cosas, al oficialismo parecieran quedarle dos posibles salidas, ambas nefastas para Venezuela. La primera, seguir aguantando todas las crisis que ya vive, radicalizando cada vez más sus posturas contra el pueblo y sometiéndolo a una ‘cubanización’ que, con el tiempo, terminará por acostumbrarlo a vivir así, en medio de las necesidades.
La segunda, planteada por Ronald Rodríguez, apunta a que el proyecto revolucionario del chavismo podría terminar convertido en una guerra de guerrillas que haría aún más difícil un eventual gobierno de transición.
“El poschavismo podría convertirse en un gran grupo guerrillero cuya base serían los colectivos, que ya están armados, y el Eln, una guerrilla que ya cuenta con más de 300 venezolanos en sus filas, ejerce control territorial a ambos lados de la frontera (Colombia y Venezuela), y ya ha iniciado acciones violentas en zonas tan distantes de esta como los estados Bolívar (frontera con Guyana) y Amazonas (frontera con Brasil)”.
2. La oposición
Según los analistas consultados por La Opinión, la oposición venezolana no ha sabido sintonizarse con el lenguaje de los que ‘sustentan el poder de los opresores’, como diría Sócrates Ramírez, profesor de Historia y Lenguajes Políticos Contemporáneos de la Universidad Simón Bolívar de Caracas.
“Guaidó no ha encontrado aún el lenguaje apropiado para hablar con los militares venezolanos. Les ofrece amnistía y el respeto de su rango, pero los excluye de tajo del proceso de reconstrucción que tendrá que vivir Venezuela en la era poschavista. Y ellos, que llevan 20 años en el poder, controlando sectores claves de la economía, no están dispuestos a ceder en todo lo que implicaría la reactivación de Venezuela en materia económica”, sostuvo Henry Cancelado.
Ronald Rodríguez, por la misma línea, cree que Guaidó, si bien logró unir a la oposición en torno a su figura, pecó por la necesidad que tienen los políticos venezolanos de fijar fechas para todo.
“Se autoproclamó presidente encargado el 23 de enero, una fecha emblemática para el país vecino; el 23 de febrero pensó que con la entrada de las ayudas a Venezuela iba a desencadenar un levantamiento popular y las ayudas ni siquiera llegaron a suelo venezolano; el 23 de marzo no hubo nada y el 23 de abril tampoco. El tiempo juega en su contra y la efervescencia que desencadenó su acción, podría terminar siendo pasajera como la de otros líderes que hoy no tienen mayor protagonismo en la oposición venezolana”.
Alejandro Linares Mendoza, periodista y analista internacional venezolano y quien aún vive en su país, agregó que, si bien Guaidó cuenta con el respaldo ciudadano y de gran parte de la comunidad internacional, no se ha hecho al respaldo de las fuerzas armadas, entre las que, incluso, algunas acciones suyas terminaron por desencantar a quienes pretendían apoyarlo.
“El 23 de febrero decenas de militares y policías desertaron y huyeron a Colombia dispuestos a reconocer a Guaidó como su presidente. Pero todos ellos quedaron atascados en Cúcuta, sin dinero, sin trabajo, sin sus familias y, lo peor, casi que abandonados a su suerte. Ese fue un golpe mediático muy duro para la oposición y enfrió los ánimos de los que querían imitar la acción de los que se aventuraron a cruzar la frontera”.
Cancelado también cree que a la oposición venezolana le ha faltado vender la crisis como un problema global y no meramente regional.
“En Europa los problemas de Siria, Libia, y en general África, les tocan de cerca porque es allí donde reciben a los migrantes que huyen de estos países. Pero Venezuela está muy lejos de sus fronteras, por eso esta crisis a ellos no les afecta de una manera tan cercana y su participación se ha limitado a unos cuantos pronunciamientos de algunos gobiernos y nada más”.
Rodríguez agrega que Colombia, incluso, no ha dimensionado aun lo que se le puede venir encima con el tema de la migración venezolana.
“En octubre pasado los cálculos del canciller Carlos Holmes Trujillo apuntaban a que al país, ante el agravamiento de la crisis venezolana, podrían llegar entre 4 y 4,5 millones de migrantes. Pero lo que estamos viendo ahora es que allá no tienen luz, ni agua y las remesas, que sostenían a miles de familias, no sirven para nada porque ni siquiera los servicios básicos están garantizados. Así las cosas, esa cifra del canciller podría llegar a ser de 6 o 7 millones fácilmente”.
3. Las Fuerzas Militares
Son las que, coloquialmente hablando, tienen el sartén por el mango. Fieles a Nicolás Maduro, no han dado muestras de resquebrajamiento y cualquier síntoma de levantamiento en sus filas ha sido rápidamente controlado.
Linares Mendoza apuntó a que, incluso, son las que están tomando las decisiones más importantes en este momento en el país.
“Cuando se estaba decidiendo qué ciudades y estados serían sometidos al racionamiento de energía, fueron los militares los que le dijeron a Maduro que Caracas y el estado Vargas no podían entrar en esos cortes de luz porque el levantamiento de la gente podría desencadenar una violenta reacción con costos muy altos para el oficialismo”.
Rodríguez agrega que las fuerzas armadas venezolanas se acostumbraron tanto al poder, principalmente económico, que la oposición la va a tener muy difícil a la hora de granjearse su apoyo.
“Su lealtad es al dinero y a los negocios que desde Chávez, y ahora con Maduro, les han sido confiados”.
Cancelado cree igual y apunta a que el generalato venezolano se ha convertido en un montón de islas que ha ido conquistando ministerios, negocios y territorios sin ningún impedimento. Incluso, ha hecho alianzas con grupos al margen de la ley y organizaciones narcotraficantes, convirtiéndose la mayoría de ellos en hombres muy poderosos y muy ricos.
“Cuando usted tiene una tropa así, que no obedece sino a intereses económicos, no hay discurso ideológico que valga si este no va mediado por el factor dinero. Hacia allá es hacia donde tiene que apuntar la oposición. Pero, ¿cómo hacerlo? Padrino López puede ser la solución”.
Y esto porque, contrario a lo que muchos podrían pensar, Diosdado Cabello no es la persona que congrega a los militares, sino el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López. De hecho, en las últimas apariciones públicas, Cabello ha estado respaldado por reconocidos dirigentes de los colectivos chavistas y no de los militares, como en el pasado.
“Padrino López, en algunos momentos de su carrera militar, ha tenido acercamientos con la oposición y creo que es la persona más indicada para liderar la transición en Venezuela, por encima de Juan Guaidó. Él es quien podría convocar a elecciones”, sostuvo Ronald Rodríguez.
Para Cancelado, además, Padrino López, al tener el control de las fuerzas armadas, podría acabar con los colectivos y evitarle así un derramamiento de sangre al pueblo venezolano en un eventual gobierno de transición o de una llegada de la oposición al palacio de Miraflores.
“Él es el que puede cambiar toda esta historia si quiere y llegar a ser el primer presidente del poschavismo”, finalizó.