Lunes, 2 de Diciembre de 2013
~Hay gente que necesita dinero, amor o reconocimiento. Pero, hay gente
que solo necesita, literalmente, morir para seguir viviendo con otra
identidad.~
Hay gente que necesita dinero, amor o reconocimiento. Pero, hay gente que solo necesita, literalmente, morir para seguir viviendo con otra identidad.
Escenas de muerte accidental o natural, funerales a su medida, videos de su entierro y una nueva vida en otro país.
Solo a una cucuteña se le ocurrió crear un servicio completo de muerte y resurrección en una serie llamada Lynch, que se transmite por el canal Moviecity para Latinoamérica.
Así se inició la aventura creativa de Juliana Barrera, una joven que jugaba a escribir cuentos, novelas románticas y poemas, pero que pocas veces imaginó que esos escritos serían la base
de una prometedora carrera.
Tuvo una vida normal. Salió con sus amigas, montó en bicicleta y pasó sus días sin mayores problemas. Eso sí, sacó tiempo para devorar los libros de la biblioteca de su padre.
Nació, creció y estudió en Cúcuta, pero a sus 16 años decidió buscar un horizonte diferente para hacer realidad su futuro profesional.
“Estaba tan inquieta por hacer tantas cosas y aprender, que terminé metida en todo tipo de aventuras profesionales. Y en medio de esas aventuras, llegaron los amores, los desamores, los
viajes, las crisis y los grandes aprendizajes”.
Ahora, diferentes producciones nacionales e internacionales hablan de su crecimiento profesional.
Participó en la creación de El Desafío y fue productora general de la primera temporada de La Voz Colombia, dos programas que han sido un éxito con el canal Caracol en el formato de
reality.
Es la autora de Lynch, una serie que se convirtió en su carta de presentación a nivel internacional.
“Ese proceso con Lynch me regaló el privilegio de conocer cómo se manejan los procesos creativos y justo en este momento lo estoy aplicando con Mentiras perfectas, la adaptación de
Nip/Tuck, y otros proyectos que vienen en camino”.
La mezcla de disciplina, trabajo e intuición, sin duda, fue el secreto del éxito de esta cucuteña que aprendió a comunicar sus ideas en distintos trabajos creativos. Actualmente se desempeña como directora de contenidos del canal Caracol.
Es acelerada, perfeccionista y adicta al trabajo. Trata a todo el mundo por igual sin importar las jerarquías de mando.
Acepta los retos profesionales que tocan a su puerta, sin importar el grado de dificultad, pero no por eso deja de sentir el típico miedo al cambio.
Por eso, se declara una “experta en primeras veces” cuando se le pregunta por su experiencia en los distintos campos de producción en televisión.
“Suelo decir cosas difíciles con humor, para que el mensaje llegue suavizado, pero llegue. Adoro a mi familia y mis amigos, pero soy poco “compinchera”. Prefiero una noche de vinos que una noche de fiesta”.
Con la historia de Lynch no solo empezó su éxito profesional a nivel internacional sino también su romance con Albatros, coescritor de la serie.
Su vida gira alrededor de su esposo Albatros y su hijo Jerónimo, de 3 años. Entre sus planes están los paseos de aventura, hacer picnic en el parque o ver películas.
“Mi marido es libretista, por eso muchas veces nuestro plan es escribir de noche. Mejor dicho, mi vida personal es el oasis entre tanto agite de la vida profesional. Y somos muy ñoños”.
En su vida no existe ningún afán por un prototipo exacto de belleza que define a quienes, por lo general, trabajan en televisión. Afortunadamente, ha podido desarrollar libremente su personalidad.
“He tenido el pelo largo, azul o rojo. He estado con la cabeza rapada o cresta. En fin, no creo que en mi carrera haya sido relevante la belleza para triunfar, pero si tuviera que recrear un prototipo sería el de la bonita que no se da cuenta de que lo es”.
Escenas de muerte accidental o natural, funerales a su medida, videos de su entierro y una nueva vida en otro país.
Solo a una cucuteña se le ocurrió crear un servicio completo de muerte y resurrección en una serie llamada Lynch, que se transmite por el canal Moviecity para Latinoamérica.
Así se inició la aventura creativa de Juliana Barrera, una joven que jugaba a escribir cuentos, novelas románticas y poemas, pero que pocas veces imaginó que esos escritos serían la base
de una prometedora carrera.
Tuvo una vida normal. Salió con sus amigas, montó en bicicleta y pasó sus días sin mayores problemas. Eso sí, sacó tiempo para devorar los libros de la biblioteca de su padre.
Nació, creció y estudió en Cúcuta, pero a sus 16 años decidió buscar un horizonte diferente para hacer realidad su futuro profesional.
“Estaba tan inquieta por hacer tantas cosas y aprender, que terminé metida en todo tipo de aventuras profesionales. Y en medio de esas aventuras, llegaron los amores, los desamores, los
viajes, las crisis y los grandes aprendizajes”.
Ahora, diferentes producciones nacionales e internacionales hablan de su crecimiento profesional.
Participó en la creación de El Desafío y fue productora general de la primera temporada de La Voz Colombia, dos programas que han sido un éxito con el canal Caracol en el formato de
reality.
Es la autora de Lynch, una serie que se convirtió en su carta de presentación a nivel internacional.
“Ese proceso con Lynch me regaló el privilegio de conocer cómo se manejan los procesos creativos y justo en este momento lo estoy aplicando con Mentiras perfectas, la adaptación de
Nip/Tuck, y otros proyectos que vienen en camino”.
La mezcla de disciplina, trabajo e intuición, sin duda, fue el secreto del éxito de esta cucuteña que aprendió a comunicar sus ideas en distintos trabajos creativos. Actualmente se desempeña como directora de contenidos del canal Caracol.
Más allá del éxito profesional
Es acelerada, perfeccionista y adicta al trabajo. Trata a todo el mundo por igual sin importar las jerarquías de mando.
Acepta los retos profesionales que tocan a su puerta, sin importar el grado de dificultad, pero no por eso deja de sentir el típico miedo al cambio.
Por eso, se declara una “experta en primeras veces” cuando se le pregunta por su experiencia en los distintos campos de producción en televisión.
“Suelo decir cosas difíciles con humor, para que el mensaje llegue suavizado, pero llegue. Adoro a mi familia y mis amigos, pero soy poco “compinchera”. Prefiero una noche de vinos que una noche de fiesta”.
Con la historia de Lynch no solo empezó su éxito profesional a nivel internacional sino también su romance con Albatros, coescritor de la serie.
Su vida gira alrededor de su esposo Albatros y su hijo Jerónimo, de 3 años. Entre sus planes están los paseos de aventura, hacer picnic en el parque o ver películas.
“Mi marido es libretista, por eso muchas veces nuestro plan es escribir de noche. Mejor dicho, mi vida personal es el oasis entre tanto agite de la vida profesional. Y somos muy ñoños”.
En su vida no existe ningún afán por un prototipo exacto de belleza que define a quienes, por lo general, trabajan en televisión. Afortunadamente, ha podido desarrollar libremente su personalidad.
“He tenido el pelo largo, azul o rojo. He estado con la cabeza rapada o cresta. En fin, no creo que en mi carrera haya sido relevante la belleza para triunfar, pero si tuviera que recrear un prototipo sería el de la bonita que no se da cuenta de que lo es”.