
Cuando Johana fue a una cárcel por primera vez, estaba en la cúspide de su carrera actoral. Había terminado de protagonizar ‘Tres milagros’ y quería tomarse un descanso antes de elegir otro proyecto. Ya había pasado toda la algarabía generada por su separación de Andrés Cabas, padre de su hijo Simón, y estaba muy tranquila, soñando con volver a casarse y darse una nueva oportunidad.
Como ella dice, “uno atrae las cosas según la energía que tenga”. Por eso, un tiempo después de ser jurado en el reinado de belleza de la cárcel El Buen Pastor (en Bogotá), ya estaba montando allí su primera obra de teatro, mientras que en su vida íntima se daba la oportunidad de enamorarse de nuevo.
Desde entonces han pasado dos años y medio. Y ahora, mientras espera que nazca su hija –a quien llamarán Simona, por petición de su hijo Simón-, la actriz asegura que la tranquilidad de su nueva vida es impagable. Aunque estar en el set de grabación le gustaba muchísimo, no extraña la exposición mediática que tenía su vida privada, y puede decir sin temor a equivocarse, que por fin, a sus 30 años, encontró su verdadera pasión: ayudar.
Johana no ha variado su esencia. Desde el primer día que se concentró en ayudar a los reclusos aprendió a valorar más las cosas que la vida le ha dado, a tal punto de que cada vez necesita menos para ser feliz. Lo que sí cambió es el orden de sus prioridades, pues aunque se sigue cuidando y es vanidosa como cualquier mujer, estar en el gimnasio o el spa ya no es lo que más le preocupa.
Y es entendible, pues al decidirse a manejar la Fundación, casi todo su tiempo está invertido allí. Por eso montó oficina en un cuarto de su casa, donde puede sentarse tranquilamente a trabajar mientras Simón hace las tareas. Y lejos de lo que piensan muchas personas, ir a la cárcel embarazada no supone un esfuerzo para ella; al contrario, todo lo que recibe en su trabajo con los reclusos la llena de tanta energía, que nunca antes se había sentido tan bien.
Un sueño que inspira
Comenzaste con una obra de teatro y ahora tienes una fundación que promueve varias actividades para la resocialización. ¿Cómo ha sido el planeamiento?
Comenzamos con teatro porque era mi herramienta de trabajo, pero luego vimos la necesidad de juntar a la población civil con la carcelaria, porque al fin y al cabo somos una sola sociedad. Entonces empezamos a crear el segundo programa de la fundación que es trabajo interno, con la finalidad de que las cárceles no sean centros de reclusión sino centros productivos.
Lo cierto es que cuando te sientes útil, empiezas a sentirte bien… y eso hace que te vuelvas útil para una sociedad. Así que pensando en la productividad vinculamos a empresas privadas , y con ellas, tenemos una línea divina de canastos y carteras hechos en La Picota (cárcel de Bogotá).
¿Qué otros acuerdos has logrado para trabajo interno?
A esto es a lo que más le apuesto, pues desafortunadamente hay mucha estigmatización con los reclusos y es difícil que salgan de la cárcel y puedan conseguir trabajo. Pero como no queremos darles un trabajo de caridad sino uno que ellos sueñen y quieran hacer realmente, le apostamos al emprendimiento.
Estabas enfocada en El Buen Pastor. ¿Cómo vinculas las otras cárceles?
Me llamaron del Ministerio de Justicia porque querían que hiciéramos lo mismo en todas las cárceles del país. Y ahí surgió la idea de organizar el primer Festival Nacional de Teatro Carcelario. Como las 138 cárceles que hay están divididas en seis regionales, el director de cada regional me decía qué cárceles querían participar, y así lo hicimos. Para ello contratamos a los mejores directores y montamos las obras.
El ganador fue Cali. El premio consistía en presentar la obra en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, y de verdad fue muy emocionante porque ni siquiera habían montado en avión.
¿Lo más importante de dar y ayudar?
Eso no lo puedo decir. Hay que vivirlo, porque son de las cosas que sientes y sin embargo no sabes cómo explicar. Además a uno se lo dicen todo el tiempo, pero no sirve. Si no lo haces, no lo entiendes. Yo tuve el ejemplo desde siempre en mi casa, aunque una cosa es verlo y otra hacerlo. ¡Y sí, es una satisfacción increíble!
¿Cuáles son los retos más complicados de la reintegración?
Que ellos quedan marcados para siempre. Donde los busquen siempre saldrá el antecedente y no entiendo el por qué, si ya pagaron su pena. Cometieron un error, es cierto, pero no estoy de acuerdo con esa ‘marca’.
Un aprendizaje en doble vía
“Desde el principio aprendí que cualquiera se puede equivocar. Yo misma podría estar en esa situación, y ver el valor de ellos en ese ambiente y situación es admirable. Hay muchos caminos malos que uno puede coger en la cárcel, y tener la fuerza de decir ‘no’, así les falte por pagar 30 años, es admirable”, dijo Bahamón.
La actriz señaló que en julio inaugurarán la casa del pospenado con el fin de poder emplearlos y capacitarlos, pues los exreclusos salen y no saben ‘ni para dónde coger’.
“Lo que más me pregunta la gente es que si no me da miedo ir. ¡Y cero! Más miedo le tengo a la gente que está afuera… Y ahora también me dicen que cómo se me ocurre ir embarazada. La verdad, ni siquiera entiendo la pregunta”.