En San Cristóbal, un grupo de hombres y mujeres mayores de 50 años forman parte de una iniciativa diferente, que busca llevar salud, deporte y recreación en medio de las restricciones por la pandemia.
El entrenador deportivo Camilo Vivas y su hijo Luis, atleta de alta competencia, son los impulsores de este proyecto dirigido a una población que es poco tomada en cuenta, y a la que ellos llaman “adultos operativos”, para quienes han diseñado todo un conjunto de actividades que brindan una atención integral a sus necesidades.
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Quienes integran el Club del Adulto Operativo ‘Abuela Isabel’ participan en bailoterapias, sesiones de defensa personal, ejercicios de coordinación, yoga, zumba, karate, crossfit, senderismo y natación en tres sesiones por semana.
Además, cuentan con supervisión médica gratuita, sesiones de psicología deportiva y motivacional y atención fisioterapéutica.
“El objetivo es dar salud preventiva”, señaló el médico internista Jorge Bustos, quien lleva la evolución médica de cada integrante metódicamente registrada y permanece atento a cualquier situación de salud que pueda presentarse durante el entrenamiento.
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Aseguró que el ejercicio y la interacción social combaten la depresión y el estrés causados por el encierro que devino tras la pandemia y al que se suman la crítica situación país que se vive en Venezuela y el impacto emocional de perder familiares, amigos y conocidos afectados por el virus del Sars COV2.
“Esto me motiva”, destacó Nayibe García, de 56 años, y afirmó que el asistir a estas sesiones de ejercicios le ha ayudado a superar la depresión y al mismo tiempo le ha permitido encontrar a un grupo de amigas que se reúnen ahora fuera del espacio de ejercicios, para compartir socialmente.
“Aquí todos nos apoyamos entre todos, si alguien tiene un emprendimiento nos compramos las cosas entre nosotros, si alguien tiene un problema, hemos hecho una muy buena amistad”.
Aunque casi todas las participantes son mujeres, tres caballeros constituyen la excepción en el grupo. Luis Merchán se desempeñó durante muchos años como docente y director de instituciones educativas, hoy cuenta con 73 años y encontró en esta iniciativa una distracción saludable para sus años de retiro.
Para los participantes, lo que comenzó como una oportunidad para salir del encierro por la COVID-19 se ha convertido en un espacio para la fraternidad y la solidaridad, pues por propia iniciativa han organizado aportes en alimentos para miembros vulnerables y centros de atención de ancianos.
Ante el éxito de este proyecto que se desarrolla en los espacios del parque Quinimarí, en la parte alta de San Cristóbal, otras comunidades cercanas están solicitando se abran espacios similares de participación.
