Jueves, 12 de Marzo de 2015
~Es necesario aclarar que suspender los bombardeos aéreos no es lo mismo que mantener aviones y helicópteros en tierra, pues, dentro de la concepción de la función constitucional, las aeronaves seguirán surcando el cielo sobre los campamentos, en la misión de vigilancia permanente y de control que no pueden descuidar ni un instante.~
Suspender, así sea por un mes, los bombardeos aéreos a los campamentos de las Farc, más allá de una señal de la buena voluntad del Gobierno por desescalar la guerra, un indicio de que el final de la hecatombe es un hecho cercano muy probable.
Es la única manera de entender que, sin combatir, la guerrilla haya alcanzado un objetivo fundamental: neutralizar la fuerza aérea, único mecanismo que, de verdad, le otorgó al Estado la ventaja estratégica necesaria para darle a la guerra otro rumbo.
Cuando la aviación comenzó a intervenir de manera sistemática y cada vez con más contundencia y eficacia, el equilibrio, aparente o real, entre las fuerzas del Estado y la guerrilla, empezó a romperse y las Farc a tener problemas crecientes e insolubles.
Pero, esa afirmación incuestionada y rotunda según la cual “ni el Estado puede derrotar a la guerrilla ni la guerrilla al Estado” dejó de tener la validez que muchos le dieron. Fue la aviación militar el factor que llevó a que el fiel de la balanza se moviera.
Imposibilitadas para contrarrestar un poder extremadamente costoso en cuanto a lo económico, y eficaz (los bombardeos siempre arrojaron dividendos en favor de las fuerzas oficiales), a las Farc se les mermaron las opciones. Llegar a un acuerdo de paz con el Estado fue una, y a ella se aferraron cuando el Gobierno la puso sobre la mesa.
En el momento actual de las negociaciones, ordenar el cese de los bombardeos aéreos, puede ser interpretado como una manera bastante formal y —encriptado, si se acepta el término— para presionar a las Farc por una mayor dinámica en los tiempos, a la vez que se les recuerda que la aviación militar sigue existiendo, que no la olviden, porque es la que lo ha obligado a sentarse a hablar de paz.
Es necesario aclarar que suspender los bombardeos aéreos no es lo mismo que mantener aviones y helicópteros en tierra, pues, dentro de la concepción de la función constitucional, las aeronaves seguirán surcando el cielo sobre los campamentos, en la misión de vigilancia permanente y de control que no pueden descuidar ni un instante.
No parecía necesario para el Gobierno suspender los bombardeos como manera de contribuir al desescalamiento de la guerra, pues esta ha entrado, desde hace buen rato, en una etapa caracterizada por la disminución en la actividad puramente bélica por las dos partes.
Un informe del Sistema de Información del Centro de Operaciones del Ejército (Sicoe), que consolidó información de operativos militares desde el 15 de junio de 2004 hasta 2014, advierte de una disminución progresiva de las operaciones del Ejército, y es probable que la razón sea la menor actividad guerrillera de las Farc.
Según el Sicoe, en 2012, cuando ya se había adelantado la fase exploratoria y estaban consolidadas las negociaciones, hubo 163 operaciones militares. En 2013 se contabilizaron 111 y en 2014, 103. Esta tendencia, sin embargo, no es reciente: según el informe, desde 2005 se registra una tendencia constante a la disminución de las operaciones militares.
Con la baja en la intensidad de la guerra, por razón de la disminución de todas las acciones militares, no parece lógico mantener la enorme maquinaria de guerra en constante movimiento: podría parecer que se gastan recursos sin necesidad.
En este sentido, también parece coherente suspender los bombardeos aéreos, en espera de los resultados de Cuba. Es por un mes, tiempo que para una guerrilla como la de las Farc es suficiente para reactivar todo su aparato de guerra. Pero, aún si esa remota posibilidad de que la guerra recobrara su vigor se diera, darle un mes más de opción a la paz es lo menos que se puede hacer.
Es la única manera de entender que, sin combatir, la guerrilla haya alcanzado un objetivo fundamental: neutralizar la fuerza aérea, único mecanismo que, de verdad, le otorgó al Estado la ventaja estratégica necesaria para darle a la guerra otro rumbo.
Cuando la aviación comenzó a intervenir de manera sistemática y cada vez con más contundencia y eficacia, el equilibrio, aparente o real, entre las fuerzas del Estado y la guerrilla, empezó a romperse y las Farc a tener problemas crecientes e insolubles.
Pero, esa afirmación incuestionada y rotunda según la cual “ni el Estado puede derrotar a la guerrilla ni la guerrilla al Estado” dejó de tener la validez que muchos le dieron. Fue la aviación militar el factor que llevó a que el fiel de la balanza se moviera.
Imposibilitadas para contrarrestar un poder extremadamente costoso en cuanto a lo económico, y eficaz (los bombardeos siempre arrojaron dividendos en favor de las fuerzas oficiales), a las Farc se les mermaron las opciones. Llegar a un acuerdo de paz con el Estado fue una, y a ella se aferraron cuando el Gobierno la puso sobre la mesa.
En el momento actual de las negociaciones, ordenar el cese de los bombardeos aéreos, puede ser interpretado como una manera bastante formal y —encriptado, si se acepta el término— para presionar a las Farc por una mayor dinámica en los tiempos, a la vez que se les recuerda que la aviación militar sigue existiendo, que no la olviden, porque es la que lo ha obligado a sentarse a hablar de paz.
Es necesario aclarar que suspender los bombardeos aéreos no es lo mismo que mantener aviones y helicópteros en tierra, pues, dentro de la concepción de la función constitucional, las aeronaves seguirán surcando el cielo sobre los campamentos, en la misión de vigilancia permanente y de control que no pueden descuidar ni un instante.
No parecía necesario para el Gobierno suspender los bombardeos como manera de contribuir al desescalamiento de la guerra, pues esta ha entrado, desde hace buen rato, en una etapa caracterizada por la disminución en la actividad puramente bélica por las dos partes.
Un informe del Sistema de Información del Centro de Operaciones del Ejército (Sicoe), que consolidó información de operativos militares desde el 15 de junio de 2004 hasta 2014, advierte de una disminución progresiva de las operaciones del Ejército, y es probable que la razón sea la menor actividad guerrillera de las Farc.
Según el Sicoe, en 2012, cuando ya se había adelantado la fase exploratoria y estaban consolidadas las negociaciones, hubo 163 operaciones militares. En 2013 se contabilizaron 111 y en 2014, 103. Esta tendencia, sin embargo, no es reciente: según el informe, desde 2005 se registra una tendencia constante a la disminución de las operaciones militares.
Con la baja en la intensidad de la guerra, por razón de la disminución de todas las acciones militares, no parece lógico mantener la enorme maquinaria de guerra en constante movimiento: podría parecer que se gastan recursos sin necesidad.
En este sentido, también parece coherente suspender los bombardeos aéreos, en espera de los resultados de Cuba. Es por un mes, tiempo que para una guerrilla como la de las Farc es suficiente para reactivar todo su aparato de guerra. Pero, aún si esa remota posibilidad de que la guerra recobrara su vigor se diera, darle un mes más de opción a la paz es lo menos que se puede hacer.