La periodista María Elvira Samper, en su columna habitual de la desaparecida revista Cambio, en su edición Nº 570, de la semana comprendida entre el 31 de mayo y el 7 de junio de 204, escribió un cuento de humor, que, a pesar de haber transcurrido ocho años, tiene plena vigencia en el país en general, y en Cúcuta en particular. “Se refiere a nuestra idiosincrasia, a nuestros formalismos, a nuestra forma peculiar (léase despacio) de salirnos por las ramas, a nuestra costumbre de buscar al ahogado río arriba y la calentura en las sábanas, de vender el sofá, y creer que todo se arregla con el nombramiento de una comisión, o castigos ejemplares” escribió María Elvira Samper. Y somos PHD en justificar, agregó yo. Aquí el cuento de María Elvira Samper:
“Refieren las crónicas que en 1994 se celebró en los Juegos Olímpicos una competencia de remo entre las representaciones de Japón y Colombia. El equipo japonés estaba conformado por un jefe de equipo y 10 remeros; el colombiano por un remero y 10 jefes de equipo. Los remeros japoneses se destacaron desde el comienzo. Llegaron a la meta una hora antes que el equipo colombiano. De regreso a Colombia, el Comité Ejecutivo se reunió para analizar las causas de tan desconcertante resultado, y diseñar un plan estratégico para una nueva competencia en 1995.
Llegada la competencia, desde la largada, el equipo japonés volvió a tomar la delantera, y esta vez el equipo colombiano llegó a la meta dos horas más tarde. De nuevo, el Comité Ejecutivo se reunió para analizar lo que había pasado. En el equipo japonés había un jefe de equipo y 10 remeros, mientras que en el equipo colombiano, luego de los cambios introducidos por el departamento de Planeación Estratégica, estaba compuesto por un jefe de equipo, dos asistentes del jefe de equipo, siete jefes de sección y un remero. La conclusión del Comité fue unánime y lapidaria: “El remero es un incompetente”.
En 1996 se le presentó una nueva oportunidad al equipo de Colombia. El Departamento de Nuevas Tecnologías y Negocios, había desarrollado un plan para mejorar la productividad e introdujo nuevas modificaciones en la organización, con el objeto de que el equipo lograra mayor efectividad, eficiencia y eficacia. Los cambios serían la llave del éxito, el broche de oro de un trabajo que envidiaría el mismísimo Peter Drucker, pero el resultado fue una nueva catástrofe: el equipo colombiano llegó tres horas más tarde que el japonés.
La evaluación arrojó conclusiones muy significativas: el equipo japonés, para desconcertar, optó por la alineación tradicional: un jefe de equipo y 10 remeros. Mientras tanto, el colombiano utilizó una formación vanguardista integrada por un jefe de equipo, dos auditores de calidad total, un asesor de empowerment, un supervisor de downsizing, un analista de procedimientos, un tecnólogo, un controlador, un jefe de sección, un apuntador de tiempos, y un remero. Tras varios días de agotadores reuniones y profundo análisis, el Comité decidió castigar al remero quitándole “todos los bonos e incentivos, por el fracaso logrado”
En la reunión final, el Comité Ejecutivo concluyó: “recurriremos a la contratación que puedan acceder a los programas de altos estudios. Tenemos materia prima sin duda alguna, pero se requiere de un apalancamiento cierto para su proyección en el escenario de los altos conocimientos.
Si Colombia se fija metas ambiciosas en esta materia, la transformación de los diferentes sectores productivos y humanísticos no se hará esperar, pero se requieren conciencia y estímulo económico para lograrlo.
Jueves, 16 de Febrero de 2012
