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Ocaña
Los años de libertad que le ha robado el secuestro a los ocañeros
El calvario de la familia Cabrales en Ocaña.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Viernes, 18 de Febrero de 2022

El delito del secuestro ha dejado con el correr de los años una huella nefasta en muchas familias de Ocaña. El flagelo no ha parado y, por el contrario, cada vez son más las familias las que sufren por la ausencia de seres queridos que fueron plagiados por pistoleros desconocidos y nunca regresaron. 


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Uno de los fenómenos acentuados en la zona del Catatumbo es la retención de personas con fines políticos y económicos lo que repercute en el desarrollo de la región.
 
Los grupos que operan al margen de la ley no dan tregua y ante el flagelo del secuestro muchas familias prefieren abandonar los municipios con las consabidas consecuencias del estancamiento económico de la zona.

 El escritor ocañero Jorge Meléndez Sánchez, en su libro titulado ‘Comarca incendiada’, afirma que a partir de los años 80 y en especial hacia la mitad del decenio los compliques de las finanzas provocan la ampliación de los secuestros y en Ocaña fue notorio el del comerciante Eduardo O’meara a quien lo ejecutaron en la puerta de su vivienda por el incumplimiento de la totalidad del dinero exigido por su liberación.
 

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“Los secuestros son explicados por los requerimientos de la misma guerra que los ve como tributarios extras”, agrega el historiador.
 

La zona del Catatumbo ha sido la más golpeada en los últimos años por el flagelo del secuestro.
El gremio más golpeado 

El presidente de la Asociación de Comerciantes de Ocaña, Felipe Nery Meza Quintero, asegura que los últimos años han sido los más golpeados por el secuestro.


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 “Es uno de los delitos más atroces de la humanidad y una práctica que se debe acabar, ya que afecta sicológica, emocional, social y económica a la víctima y sus seres queridos. Lo he vivido en carne propia con amigos y familiares y prácticamente pisotean la dignidad del ser humano”, exclamó.
 
Manifiesta que es abominable ya que destrozan al núcleo primario de la sociedad desde todas las dimensiones. “Las autoridades comienzan a congelar las cuentas, los hijos a vender propiedades para reunir las exigencias, hacen préstamos y quedan en la calle. Es traumatizante, mi amigo William Franco lo perdió todo, incluso su patria chica, ya que fue desterrado y sin un peso en el bolsillo para rehacer su vida en otra ciudad”, exclamó.

 


 
Los secuestradores no tienen consideración de ninguna naturaleza y lo más triste es que el fenómeno sigue creciendo ante la indiferencia de las autoridades de turno. “El año 2018 fue el año más crítico con 8 comerciantes secuestrados. Tenemos el caso de Isidro Arias Garzón, los familiares pagaron dos veces el rescate y llevan más de 20 años esperándolo. Estamos azotados por las bandas delincuenciales que negocian a los secuestrados con la guerrilla”, reiteró.
 

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Cuando apenas iniciaba la pandemia el 19 de marzo de 2020 fue secuestrado el avicultor de 71 años de edad Evangelista Bohórquez Contreras y hasta el sol de hoy no hay pruebas de supervivencia. 
 

Los comerciantes de Ocaña solicitan acciones concretas para contrarrestar el delito de la extorsión y el secuestro.
Episodios dolorosos

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Una de las tragedias más grandes de la provincia de Ocaña las ha padecido la familia Cabrales, pues en la década de los 80 secuestraron a Pedro, pagaron rescate y nunca apareció. En los 90 fue plagiado Ramón quien sufría una enfermedad y los seres queridos plantearon un canje por Federico. En una lancha se llevaron al hermano y en la otra entregaron el cadáver, al final pagaron un millonario rescate.
 
En el año 2015, el turno le correspondió al sobrino y el actual diputado de Norte de Santander Ramón José Cabrales Camacho, quien narra esa pesadilla.

 “Mi abuelo médico adquirió una finca ganadera en el sur del departamento del Cesar y mis tíos se dedicaron a las actividades agropecuarias, menos mi papá, Manuel José “El Che” Cabrales Aicardy, quien se desempeñó como pediatra”, señala el dirigente.
 
Indicó que la pesadilla inició en el año de 1988 en la hacienda Aguas Blancas del municipio de San Martín, cuando fue retenido su tío Pedro al parecer por las Farc. A pesar de pagar rescate nunca se ha sabido sobre su suerte, ni siquiera los restos para darle cristiana sepultura. 
 
“A mi papá también intentaron secuestrar y se trasladó hacia la Capital de la República, pero no aguantó la nostalgia por su tierra y regresó adoptando todas las medidas de seguridad”, narra.
 
En el año 1991 secuestraron a su tío Ramón quien padecía una enfermedad, poco común en los hombres llamada Lupus. Ante un inminente desenlace fatal se solicitó al frente 33 de las Farc el canje por su hermano Federico. Efectivamente cuando se adelantaba el procedimiento de la marcha en una embarcación en el río Lebrija, venía otra que traía el cadáver.   
 
Posteriormente fue liberado luego de pagar una suma considerable de dinero y cuando pensaban que la persecución había terminado el 3 de septiembre del año 2015 comenzó a escribir otro capítulo doloroso.

 “Venía de la finca ubicada en la vereda Venadillo de Ocaña con mi papá y un amigo, atravesaron una camioneta, se bajaron 4 hombres fuertemente armados, se identificaron como del ELN y me internaron en la zona montañosa del Catatumbo
 

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Estuvo en cautiverio hasta el 23 de marzo de 2016 recorriendo tortuosos caminos y pensando lo peor, ya que tenía la imagen de la suerte corrida por sus tíos.
 

Ocaña ha sido epicentro de los problemas sociales.
Un panorama desolador

“Es la degradación de la violencia que golpea fuerte al núcleo familiar. Es lo más horrendo que puede vivir el ser humano. Son muchos los daños que le hacen a una sociedad, se pierde el sentido de la vida y la libertad adquiere el valor de una mercancía”, manifiesta Ramón José Cabrales quien no vislumbra una salida al conflicto registrado en la zona.

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 “Es triste lo que está pasando en Colombia y especial la zona del Catatumbo. Ellos no quieren entender que la vida es un ratico y debemos dejar huella y no cicatrices”.
 

En el parque de Ocaña existe una columna que simboliza la libertad.
Cifras en aumento

El director de la Fundación Progresar, Wilfredo Cañizares Arévalo, alertó sobre el desbordamiento de las cifras de violencia en el Norte de Santander en los últimos meses.


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Asegura que ese fenómeno crece debido a la inacción de los gobernantes de turno quienes no adoptan estrategias para brindar seguridad a la población. 

“Las cifras en materia de secuestros, masacres, amenazas a líderes son dramáticas. Hacen consejos de seguridad para lavarse las manos y no logran soluciones concretas”. dice Cañizares.

De acuerdo a los datos suministrados por el Observatorio de Derechos Humanos, Violencia Social y Política de la Fundación progresar las cifras de secuestro en el Norte de Santander es la siguiente. 

En el año 2018 se presentaron 31 casos en el Norte de Santander y 8 en Ocaña; 2019, 21 secuestros y tres fueron de la Villa de Caro; 2020, 26 plagiados y 6 de las víctimas en esta zona del país; 2021 se disparó a 58 y uno en Ocaña, para un total de 136 en esta sección del país y 18 en la provincia.

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