Este amor tan grande por las danzas que siente el maestro Juan, lo heredó de su mamá, quien incluso falleció hace 19 años, bailando en un grupo de la tercera edad.
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“Por un arte vivo hasta el final, por eso nos gustaría con el grupo de gestores culturales, crear un geriátrico para los artistas, que puedan hacer lo que más les gusta, hasta el último día de su vida, como fue el caso de mi amada madre”.
Asimismo, como una terapia, que rejuvenece, transporta a otras épocas, narra historias y libera endorfinas que generan felicidad, describe cada baile, el maestro Juan.
“Los antiguos lograron que los jóvenes de ahora que estén en el grupo, puedan recibir un incentivo académico y económico. Beneficios que tienen disponibles los muchachos. Antes era solo por amor al arte”, agregó.
Sin olvido
Son cientos de anécdotas las que guarda en su memoria el maestro Juan, algunas que en su momento ni siquiera se enteró, pero que años después en reuniones de sus estudiantes, colegas y amigos, fueron reveladas.
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“Nosotros esperábamos que el maestro se durmiera y nos escapábamos a las ferias del pueblo o ciudad donde íbamos. Él era muy estricto en cada viaje y por eso nos volábamos”, relató con cariño, el profesor e integrante del grupo de danza, Freddy Rolón Ríos.
A su vez, Ana Francisca Pérez, a quien amorosamente le dicen ‘Pachita’, recuerda los viajes a Manizales y Neiva, donde incluso una compañera resultó lesionada en el rostro, y tuvieron que mentirle al maestro, hasta que años después le confesaron la verdad.