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Un viaje por Antonia Santos: artesanías y muchos más…
Pocas personas saben del arte que se fabrica en ese sector de Juan Atalaya.
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Viernes, 6 de Mayo de 2022

Antonia Santos es un barrio reconocido en la ciudadela Juan Ata­laya, de Cúcuta, por estar al pie del Cerro del Jesús Nazareno, además de ser un sector en el que se pue­den ver diferentes tipos de establecimientos como supermercados, ventas de arepas asadas, comidas rá­pidas, billares, peluquerías, entre otros muchos más ne­gocios.


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Por el frente de este enorme y humilde sector pasan todos los de buses, camiones y vehículos par­ticulares que van para los municipios de la zona nor­te y occidente de Norte de Santander.

Los residentes de esta zona son personas bonda­dosas, que no le niegan el saludo a nadie, además de ser hospitalarias y recibir a las visitas con un tinto y un pan. Un equipo periodístico de La Opinión se desplazó has­ta este sitio para conocer al­gunas historias de Antonia Santos.

Luis Arturo Duarte, presi­dente de la Junta de Acción Comunal (JAC), guió la tra­vesía por este punto para conocer el barrio del que muchos se sienten orgullo­sos.

Carlos Julio nació siendo artesano

La madera es el lienzo que Carlos Julio Sanabria utiliza para transformar lo rústico y simple, en piezas finas que pueden adornar comedores, salas, habita­ciones, oficinas o cualquier otro espacio. Es hábil con los cinceles, el torno y de­más herramientas de car­pintería que usa.

Artesano

La paciencia es una vir­tud para este hombre de 74 años, que desde niño se sintió atraído por la carpin­tería, profesión que ejer­ció durante muchos años, cuando empezó con peda­zos de madera a hacer figu­ras de hombres y mujeres con brazos y piernas largas, cuadros, alcancías, los mar­cos para espejos, que son adornados con figuras, en­tre otros.

Esas piezas de arte talla­do están exhibidas en las paredes de la sala, pasillos y comedor de su vivienda, ubicada en la calle 17 entre avenidas 54 y 55, donde re­side con su esposa e hijos.


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“Yo nací siendo artesano. Hay piezas que usted pue­de encontrar hasta en $200 mil por el valor cultural y el proceso de elaboración, yo las vendo más baratas. Las personas del barrio saben que yo todos los días hago una o dos piezas, es un pa­satiempo bonito”, indicó Carlos Julio.

Las artesanias de Carlos Julio

En total hay más de 100 piezas, las cuales nunca han salido de la casa de Carlos Julio para una exposición artística, donde deberían estar, para representar a Cúcuta, pues él tiene un talento que pocos han apre­ciado.

El calzado de Héctor Solano

Héctor José Solano Mi­rando, de 66 años, es fabri­cante de calzado desde hace más de 20 años, cuando la frontera con Venezuela era una de las más prósperas de América Latina. Aprovechó esa bonanza en la compra y venta de mercancías para montar su zapatería y llevar calzado hacía el vecino país.

Héctor Solano es uno de los pioneros de las zapaterias y talleres de costura que se han formado en el barrio en los últimos años, han sido una fuente de empleo.

“Llegué a sacar 400 pares de sandalias y zapatos para mujer. Poco me gusta hacer modelos para hombres. Las pasaba hacía San Antonio –por Villa del Rosario- y lue­go a San Cristóbal, donde las vendía”, contó Solano.

Con el cierre de la fron­tera en 2015, la situación para Héctor se puso ‘color de hormiga’, pues su clien­tela quedó en el otro lado, por lo que tuvo que buscar cómo vender sus zapatos en Cúcuta.

Fabricó unos modelos de sandalias que aprendió a hacer desde que era adoles­cente y las ofreció en varios locales, como varios empre­sarios dependían de la acti­vidad comercial que había en la frontera.

Se reinventó con el arre­glo y fabricación de calzado y sandalias, por encargo. Lleva siete años en ese ne­gocio, en el que fue pionero en Antonia Santos. Gracias a esa habilidad de Héctor, otras personas aprendie­ron el arte de la zapatería y montaron sus propios negocios.

Es la ‘calle del calzado y la confección’, ubicada en la calle 17 con avenidas 53 y 54, de Antonia Santos, y donde también hay varios talleres satélites en los que se hacen camisas y pan­talones, además de otras tres zapaterías, es el pun­to donde Héctor Solano y otras personas consiguen el sustento diario.

Los recuerditos de Cúcuta

María Romero y su fa­milia han sido artesanos desde siempre. Iniciaron confeccionando bolsos, llaveros y demás artículos que vendían en munici­pios turísticos de Norte de Santander, como Chiná­cota o Pamplona.

María Romero hace las artesanías de diferentes partes del país

Pero hace 15 años su ne­gocio traspasó fronteras, vieron la posibilidad de elaborar recuerdos en el Eje Cafetero, Antioquia y Santander, además de los de Cúcuta, y venderlos en tiendas de recuerdos de esas zonas.

Nosotros los elaboramos con amor. Cada muñequita puede ser un llavero o adhe­rirlas en la nevera, tienen un imán atrás. Les cambiamos los colores, según la bandera, también con elementos ca­racterísticos: si va para Pam­plona ella tiene en sus manos la catedral de esa zona, para el Eje Cafetero, lleva café…”, dijo María, mientras cosía un pequeño sombrero rojinegro a una de sus muñecas.

Los recuerdos

Nadie pensaría que un em­prendimiento poco visto en la ciudad, nació en una hu­milde casa de Antonia Santos y que el reconocimiento que ha reunido María Romero con su familia es gracias a la capacitación del Banco del Progreso de Cúcuta.

Los salpicones, un deleite

Jesús Emiro Barbosa se levanta todos los días a las 4:00 de la mañana para pre­parar el salpicón que vende­rá en las mañanas al frente de la Parroquia Nuestra Se­ñora del Rosario de Mongui.

Con la venta de salpicón es que Jesús Emiro Barbosa se ha mantenido durante años.

A las 7:00 de la maña­na está en su carreta listo para que pasen sus clien­tes a comprar un vaso o más de salpicón. Las per­sonas bajan desde dife­rentes cuadras de Antonia Santos en moto, bicicleta o hasta a pie, todo para deleitar lo que este hom­bre de 74 años prepara con un toque secreto, que a todos les encanta.


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“Los salpicones de don Chucho son los mejo­res que hay. Llevamos 15 años comprándole para el desayuno o media maña­na”, dijo Alberto Ortega, habitante de Antonia San­tos.

En fin, este sector de la Comuna 8 es más recono­cido por las cosas malas que por las historias de emprendimiento que se han gestado poco a poco y ahora resaltan el nom­bre de la ciudad, aunque pocos lo sepan.

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