Romeo es un marrano de 200 kilos que causa sensación en La Gabarra. Echado en el piso, duerme plácidamente hasta que Alba lo molesta para que pose para una foto. De pie, malhumorado y con ganas de morderlo todo, da un rodeo, se aleja de ella y vuelve y se echa.
“Duerme todo el día, no hace más. O bueno, sí hace, pues es el papá de todos los marranos que ve aquí (más de 30) y tiene a 4 marranas más preñadas. ¡Es un donjuán!”, dice Alba en medio de risas.
Ella, al igual que Isabel Galvis Sanguino, hace parte de Amucanefu (Asociación de Mujeres Campesinas, Negritudes y Emprendedoras para un Futuro de La Gabarra), que lograron, a través de la reparación colectiva destinada para este corregimiento de Tibú, montar un proyecto productivo de carne de cerdo con el apoyo de la Unidad de Víctimas.
“Este es un proyecto que nos ha dado mucha esperanza, mucha fuerza como mujeres. Nos ha permitido empoderarnos y empezar a ver las cosas diferentes. Nos ha devuelto la posibilidad de creer en un futuro distinto para todas nosotras”, dijo Isabel, la líder del proyecto.
Pasando el puente de La Gabarra, unos metros más adelante de la base que el Ejército tiene en este corregimiento, en dirección hacia la vereda El 60, está el predio que el municipio de Tibú les donó a estas mujeres para que pudieran construir el espacio para los 100 cerdos y las 500 gallinas que la Unidad de Víctimas y otras entidades que se han unido, les dieron como capital semilla.
“El proyecto consiste en todo lo que tiene que ver con la fabricación de productos cárnicos, embutidos como salchichas, salchichón, chorizos, chuletas, jamón, longaniza, génovas. Arrancamos con 100 cerdos, 600 bultos de alimento y una maquinaria para producir chorizos”, agregó Isabel.
Todas las mujeres que hacen parte del proyecto son víctimas, que antes de que la guerra les trastocara la vida, se dedicaban a las labores del hogar. Un día, sin embargo, la violencia, que les era ajena, les arrebató a un ser querido. Solas y obligadas a conseguir el sustento de su familia, no tuvieron más opción que salir a trabajar, en lo que fuera y por el pago que les ofrecieran.
Hoy, esa realidad es distinta. Empoderadas con el proyecto productivo, sueñan con ser las principales proveedoras de embutidos en todo el Catatumbo y, por qué no, de los dos santanderes.
“La visión de nosotras de aquí a 3 años, es que estemos produciendo en masa, siendo exitosas con la empresa y con nuestro producto como un referente de empoderamiento y de fuerza para el Catatumbo. Que esta región no suene en el país solamente por los hechos malos que han sucedido aquí sino también por lo bueno, como este grupo de mujeres emprendedoras y empoderadas que somos ahora”, recalcó con vehemencia Isabel mientras enumeraba algunas de las cosas que les faltan para lograr ese sueño y entre las que se destacan el encerramiento del predio y unas máquinas que les permitirían hacer más embutidos.
‘Es uno de nuestros proyectos más bonitos’
Saniel Peñaranda, director territorial para Norte de Santander y Arauca de la Unidad de Víctimas, sostuvo que los procesos de reparación colectiva, como el de las mujeres de La Gabarra son, en este momento, la gran apuesta de la Unidad en la búsqueda de la construcción de la paz y la recuperación del tejido social.
“La reparación colectiva va más allá de la esfera individual sobre el entendido de que hubo muchos hechos que trascendieron a la esfera personal y llegaron a afectar comunidades, organizaciones o grupos. En La Gabarra la afectación fue total, a todo el casco urbano, sus 11 barrios y 39 veredas”, dijo Peñaranda.
En este corregimiento, el plan de reparación construido con la comunidad contempló como medida de reparación el fortalecimiento de las capacidades productivas de las mujeres. Es un plan con enfoque de género, construido por y para mujeres.
“Hoy en día esas mujeres hacen presencia en su comunidad con encuentros, son lideresas, cuentan su historia y luchan por lo que quieren. Además, le apuestan a la recuperación económica de esta zona, lejos de las actividades ilegales que por años han permeado a esta sociedad”, agregó.
Y es por este mismo empuje que han mostrado estas 50 mujeres, que la Unidad, sin que ellas lo sepan aún, logró que junto a la Brigada 30 del Ejército, el espacio que ocupan en La Gabarra sea encerrado, para mejorarles no solo las condiciones de seguridad, sino para apropiarlas más de lo que les pertenece.
“En los próximos días empezaremos el encerramiento de este lugar. La Unidad va a poner todos los materiales y los soldados de la Brigada 30 nos van a poner la mano de obra. Es lo que nos faltaba por cumplirles y lo estamos haciendo. Ahora sí, que la empresa crezca, como ellas lo sueñan”, finalizó diciendo Peñaranda.