Una de las grandes tradiciones del pueblo católico es perpetuar la memoria del nacimiento de Jesucristo a través de las representaciones simbólicas a nivel mundial.
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En el hogar del médico siquiatra, José Ignacio Ramírez Yáñez, y la juez civil municipal, Francisca Helena Pallares Angarita, se vive con mayor intensidad el encanto de la Navidad.
Debido a los compromisos laborales en la rama judicial y algunos quebrantos de salud, la profesional del derecho, este año no ha podido organizar bien esa galería de arte.
Sin embargo, la familia consagrada a la fe católica conserva ese espíritu navideño como sinónimo de unión y protección al lado de sus seres queridos.
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Tienen una colección que asciende a los 800 pesebres donde se guardan igual número de historias en la familia residente en un apartamento del edificio La Torre del Conquistador del municipio de Ocaña.
La natividad, un momento sublime
Con gran fervor religioso, hace dos décadas la alegría se apoderó de la residencia donde se aprecian pesebres de todos los colores, estilos, texturas y tamaños.
Como si fuera un museo, en los pasillos de la vivienda se respira un ambiente acogedor donde se representa el nacimiento del Niño Dios en diferentes culturas.
La abogada Nohora Elizabeth Pinto Sánchez, admira ese tipo de iniciativas, ya que representa la unión familiar y la prosperidad. “Yo soy animalista y es precioso observar las ovejas, el buey y las vacas en un refugio, en señal de respeto hacia la naturaleza y para conservar las tradiciones”.
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En efecto, esta familia de ocañeros de manera silenciosa se ha empeñado en mantener vivas las costumbres en los rincones de su hogar para simbolizar la convivencia pacífica de los pueblos.
Brilla la estrella de Navidad
La idea surgió cuando un médico visitador le regaló a José Ignacio un diminuto pesebre, y gustó tanto en la pareja, que desde entonces se despertó en ellos el espíritu de la Navidad.
Cuando salen de viaje o van de compras, es casi un ritual traer un nuevo pesebre a la colección. Para Francisca Helena los más curiosos son los artesanales que han comprado en ferias.
Asimismo, reciben frecuentemente regalos de pesebres hechos en uchuvas, en semillas y hasta en cáscaras de huevos de codornices. Los de las botellas guardan el encanto de permanecer intactos y son sinónimo de esperanza, de sueños por cumplir y de buenas energías, asegura la familia Ramírez Pallares.
En mesas, vitrinas, cuadros y cada rincón del hogar hay imágenes de la Virgen María, de San José y del niño Jesús fabricados en materiales como vidrio, palillos, arcilla, piedra, madera, metal y parafina.
Muchos fueron adquiridos en el mercado de las pulgas en Bogotá. Allá existen muchas curiosidades elaboradas en tagua, hojas de plátano, en corteza de maíz. Los artesanos dedican horas de trabajo y la elaboración es dispendiosa, pero ese esfuerzo satisface el gusto de los coleccionistas de excepción.
Los pesebres son procedentes de los cinco continentes, parientes y amigos se los han regalado. Uno de ellos fue heredado por el sobrino Jorge Andrés Angarita, fraile dominico, es un pesebre debajo de la Torre Eiffel.
Simbolizan la unión, la protección del hogar. Para esa familia, la Navidad es la época más bonita del año, donde padres e hijos se reencuentran y todos los seres queridos se reúnen a compartir y a fortalecer el núcleo primario de la sociedad.
Apreciar la colección permite recordar las épocas en que los pesebres se hacían en el lugar más visible de la casa. Durante el año permanecen guardados cuidadosamente en cajas y en diciembre salen todos al escenario para inmortalizar momentos fraternos.
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“Dios derrama bendiciones sobre aquellas personas que se ubican alrededor del pesebre a elevar las plegarias al todopoderoso. Me siento bendecida con mi familia y desde niña mi madre me inculcó que era más importante el pesebre que el árbol”, dijo la profesional del derecho.
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