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Nostalgia de la urbanidad
La vida actual nos muestra una descompensación brutal de los fundamentos de la urbanidad: la amabilidad y la decencia no forman ahora parte de los elementos de conducta; la paciencia y la tolerancia no se generan en los caracteres tan fuertes y las relaciones humanas pierden, cada vez con mayor contundencia, los espacios y los tiempos para una buena comunicación.
Domingo, 5 de Agosto de 2012
La vida actual nos muestra una descompensación brutal de los fundamentos de la urbanidad: la amabilidad y la decencia no forman ahora parte de los elementos de conducta; la paciencia y la tolerancia no se generan en los caracteres tan fuertes y las relaciones humanas pierden, cada vez con mayor contundencia, los espacios y los tiempos para una buena comunicación.

La gente de antes era mejor, eso es indudable: porque tenía como ejemplo mejores modelos de convivencia y una profunda huella de humanismo que conducía a la valoración de la espiritualidad.

La comunidad construía, unida, los preceptos sociales que debían regirla, mancomunadamente, y buscaba despertar del letargo y la inercia con una actitud ciudadana distinta, basada en la práctica de la honorabilidad y el civismo. Era un hábito sin condiciones tan egoístas como las actuales, venciendo los enemigos directos de la sociedad, los que contradicen el desarrollo cuando establecen la prioridad de lo individual sobre lo social.

No sé qué vaya a ocurrir, pero de lo que sí estoy seguro, es de que las circunstancias del futuro, de no cambiar el acelerado progreso (?) en tecnología y su contrario, la pasividad del humanismo, serán desastrosas porque tendremos más aparatos que amigos, que vecinos, que todo lo que puede conformar el patrimonio afectivo de un ser humano.

(Uno de los cuentos budistas que más me gustan habla del saludo, el que hacían con las palmas unidas, tan unidas que de su energía emanaban las fuerzas necesarias para salir adelante y recorrer el camino).

Y eso se refleja en el vestir, la elegancia (que no es lujo), las maneras de comportarse, el saludo constante y amable, la pulcritud en los actos y una especial ceremonia en el hablar prudente, y decente, como deslizándose en las palabras hacia una práctica de la armonía y la bondad: Habrá que enseñar esto a los jóvenes, pero, ¿cómo?...
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