La gran mayoría de familias ucranianas huyen de la guerra tirando de la correa de un perro o aguantando el trasportín de un gato, lo que ha llevado a vecinos y ONG en Polonia a donar juguetes, correas y arneses para mascotas, mientras otras organizaciones tratan de cuidar o rescatar animales atrapados en zoológicos de Ucrania.
Además de 3,1 millones de madres, niños y abuelos, cientos de miles de mascotas pusieron rumbo a ciudades fronterizas con Ucrania para ponerse a salvo: los refugiados han dejado claro que sus amigos de cuatro patas son parte de la familia y no los dejan atrás.
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Los gatos, muchos pelirrojos o grises con ojos claros, llegan envueltos en mantas para protegerlos del frío durante un viaje de horas o días. No se les oye maullar, ni fueron un problema añadido en la huida; más bien una fuente de consuelo para los más pequeños, que se han tenido que separar de su padre, amigos, maestros y la vida que conocían.
Jane tiene 29 años y está en Varsovia con Mika, un pequeño caniche blanco que interrumpe la conversación con ladridos nerviosos, asustada por el ajetreo de la estación. “Ha estado muy estresada en el autobús. Estaba muy lleno. Nosotras viajamos solas. Mis abuelos no quieren irse, dicen que su casa está ahí”, asegura.
Viene de un pueblo del centro de Ucrania, donde “la cosa está calmada por ahora, aunque todos los días suenan las sirenas”, explica, mientras consuela a Mika, a la que tiene cogida en brazos y vestida con un abrigo rosa.
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En las estaciones, los refugiados suelen recibir productos de primera necesidad y las mascotas tienen bolsas de pienso para el viaje, arena para gatos, correas y arneses, bozales, y pequeñas mantas para los trasportines.
Los países europeos han flexibilizado la burocracia para la entrada de mascotas desde Ucrania, a petición de la Comisión Europea.
Una pareja de jubilados, de 64 y 65 años, trae comida en la maleta pero admite no haber tenido tiempo para pensar en las vacunas de sus mascotas.
Han venido desde Kiev con dos Yorkshire Terrier metidos en un bolso y, a pesar de lo característico de su raza, ninguno de los dos ladra con frecuencia ni trata de escapar, mientras la familia, que también se ha traído a su nieto de 16 años, espera al tren que los lleve a Berlín como destino final, donde se quedarán con otros familiares.
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Olga también es de Kiev y sus hijas no se han separado en todo el trayecto del gato Namur, que, dice, lleva tres años con la familia y no dudaron en ponerlo a salvo porque su marido se ha marchado al frente y la casa corre el riesgo de ser bombardeada, pues “las otras que están a dos bloques están totalmente destrozadas”, cuenta.
Cruz Roja y Humane Society International (HSI) han estado enviado alimentos vitales para mascotas y suministros veterinarios a Ucrania desde el comienzo de la guerra, con la intención de aliviar la crisis de bienestar de los animales que no pueden ser evacuados, y que se hayan quedado heridos o abandonados en zona de guerra.
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