La iniciativa está encabezada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), que desde hace seis años ha permitido estudiar unos 70 condados de todo el país, con la ayuda de sus habitantes.
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“Me inscribí de inmediato”, dijo a la AFP esta profesora universitaria. “Pensé que esto es exactamente lo que debería hacer el condado: aprender lo que está pasando con el cambio climático y cuáles son los impactos”.
En su automóvil familiar gris, ella y su esposo colgaron un sensor, una especie de pequeña antena blanca, en la ventana del lado del pasajero. Una vez encendido, el dispositivo registra la temperatura, la humedad, la hora y su posición exacta cada segundo.
A la pareja se le asignó un recorrido de aproximadamente 17 km, a recorrer no superando los 55 km/h, y que cubre gran parte de la ciudad.
En una hora, regresan a su punto de partida, donde los esperan los empleados del condado, quienes recuperan el sensor y toman nota de las dificultades encontradas, en su caso, una salida fallida de la rotonda que los llevó a doblar dos veces. Para agradecerles, se les distribuyen camisetas con la leyenda “Científico ciudadano”.
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Desigualdades históricas
En total, más de cien personas participaron en el experimento ese día: 57 equipos de dos recorrieron 19 rutas diferentes, cubriendo más de 500 kilómetros cuadrados del condado. La temperatura se midió a lo largo de cada ruta tres veces durante la jornada: a las a las 6:00 de la mañana, a las 3:00 de la tarde y a las 7:00 p. m.