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México en Colombia: Paz, Narcotráfico y Economía
Tradicionalmente México ha sido un actor que mucho le ha aportado al espacio regional de Colombia y el resto de América Latina en materia cultural desde el tequila, los tacos y las rancheras; pero también ha significado un valioso referente en otras perspectivas a partir de su diplomacia, discreta y pragmática, en aras de perfilarse como facilitador y sujeto neutral dentro de las principales situaciones problemáticas del hemisferio.
Viernes, 21 de Septiembre de 2012
Tradicionalmente México ha sido un actor que mucho le ha aportado al espacio regional de Colombia y el resto de América Latina en materia cultural desde el tequila, los tacos y las rancheras; pero también ha significado un valioso referente en otras perspectivas a partir de su diplomacia, discreta y pragmática, en aras de perfilarse como facilitador y sujeto neutral dentro de las principales situaciones problemáticas del hemisferio.

Aunque el escenario azteca en los últimos años se ha estremecido gracias al derrame de sangre y fuego por cuenta de la guerra contra el narcotráfico empujada por el Presidente Felipe Calderón, éste no deja de ser un país de contrastes y ventajas importantes desde su óptica geopolítica. Hace algunos meses, dándose cuenta de que la política de dependencia total con el norte no le estaba registrando muchos frutos (J. Witker, 2012), el Estado mexicano empezó a dar un viraje internacional interesante y muy particular hacia sus propios vecinos del continente. Movido por el fortalecimiento de los procesos de integración regional, México decidió consolidar su presencia en organismos como Unasur, con el objeto de robustecer la participación económica de la región en la comunidad mundial.

En el mismo sentido, asegurar su activación en esta clase de conciertos multilaterales lo dota no solamente de una serie de herramientas para impulsar el desarrollo económico y sus políticas de comercialización. Ello también constituye instrumentos esenciales de cooperación a fin de seguir adelante con su avanzada contra las redes complejas de crimen organizado que en su interior planean las acciones más violentas y trágicas en torno a las drogas, permeando con su accionar las organizaciones mexicanas y sus instituciones democráticas.

Por ese motivo, la visita a Colombia de Enrique Peña Nieto, presidente electo de México, no es ninguna visita casual ni fortuita. Los dos países tienen asuntos pendientes en una agenda tremendamente vinculante y urgente de abordar. Más allá del debate básico sobre la colombianización de México, es claro que hoy las circunstancias son diferentes, las condiciones tampoco son las mismas y las dos naciones, propiamente, se han transformado de una forma poderosa. Colombia, dado su potencial en materia de inversión, estabilidad política y ad portas de un proceso de paz intenso y esperanzador, se convierte en la novia que todos quieren en la región, y México, sin duda, es un pretendiente inmejorable de muy buena talla (El Colombiano, 2012).

No por nada, Juan Manuel Santos aseguró después de la reunión que “están empeñados en trabajar juntos, México y Colombia, para ayudar a fortalecer la situación democrática y también en materia de seguridad de todo Centroamérica”.

Tener a Peña Nieto en Bogotá, representa sin duda un hito muy destacado para las nuevas relaciones internacionales que vendrían eventualmente cuando el 1° de diciembre haya posesión presidencial de manera oficial en México. La presencia simbólica de este país en Colombia refuerza tres ejes temáticos que hoy más que nunca, priman en la agenda nacional: paz, narcotráfico y economía.

Como era de suponerse, en su paso, Peña Nieto apoyó con decisión los diálogos del gobierno colombiano con las Farc y la firma del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, lo que permite recordar el pasado de este país como un Estado que a través de sus recursos diplomáticos siempre ha tendido a la facilitación, la neutralidad y el compromiso con procesos de construcción de paz. Además de eso, como colaborador en Centroamérica para los temas de seguridad y aparatos de crimen organizado. Por supuesto, siguiendo una lógica del mayor pragmatismo, teniendo en cuenta las problemáticas por las que atraviesa, al tiempo que entiende la repercusión que en doble vía se alimenta junto a la corresponsabilidad necesaria para atender sus dificultades.

Finalmente, la economía tampoco es una asignatura aislada y menos cuando México está demostrando unas tasas de crecimiento de hasta 4% anual, amenazando con destronar a Brasil, dada la recuperación y el renacimiento de su industria. Las proyecciones son tan contundentes que para 2022, México podría superar de lejos a Brasil (Nomura y Barclays, 2012) y con eso, reconfigurar los poderes económicos de la región provocando consecuencias importantes en todo el mundo.

Para Colombia los efectos no son despreciables. Aunque la relación con México desde hace tiempo viene consolidada y tradicionalmente se han comportado como países amigos, es hora de aprovechar el buen momento y reforzar la cooperación con una doble intención. En términos económicos, profundizar la participación en foros como Apec y buscar nexos con G-20 para fortificar sus políticas comerciales; y desde el ámbito de la seguridad y el narcotráfico, repensar la política antidroga con el ánimo de frenar la corriente de sangre que los aparatos de crimen y delito causan entre la población civil por imponer sus actividades ilegales.
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